domingo, 6 de septiembre de 2009

¡Me conoció...!

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Si hay un cielo para los caballistas (o un purgatorio), por allí andará Mariano López semblanteando pingos, charlando con dueños y jinetes, y levantando apuestas.

Cuentan que en una oportunidad, en algún lugar del Valle Medio, recibió apuestas a favor de uno y otro pingo. Las cantidades eran bastante importantes. Terminada la cuadrera, los ganadores buscaron inútilmente a Mariano, que para esto había puesto una prudente y extensa distancia entre su persona y el lugar de la competencia.

Pasó el tiempo. Al cabo como de dos años, parece ser que uno de los frustrados ganadores encontró al desaparecido en Villa Intranquila. Y ahí fue la cosa…

Cuando apareció Mariano en el bar, venía lleno de tierra, con los pelos revueltos, la ropa desacomodada y hasta algún machucón en la cara.

Alguien se animó a preguntarle qué le había pasado, y le explicó:

- Pero podés creer… después de tanto tiempo… ¡Me conoció el sinvergüenza!


Narrado por Dani Martínez

El Moto lucha contra un íncubo

Antiguo íncubo, de los tiempos anteriores al cine de terror.

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Ahora joroban mucho con las películas de exorcistas, poseídos, poseídas y similares. Pero episodio peludo fue el que tuvo que afrontar el Moto (Timoteo) Duarte, en su lucha casi frontal, nada menos que contra un íncubo, o algo así.

Porque los demonios cachondos se subdividen entre íncubos y súcubos. Estos últimos se presentan en los sueños nocturnos para hacer las veces de mujer, y producir el consiguiente deleite de quien está soñando. En cambio, los íncubos hacen las veces de varón.

La esposa del Moto se sinceró con él. “Cada vez que vos te vas de casa, aparece un tipo grandote. Sin decir palabra, me agarra, me lleva a la cama y” … y se abusa, dijo ella en otras palabras. “Después se va nomás. Pero me amenaza, y como es grandote me da miedo.”

“Dejámelo nomás a mí” dijo el Moto. Y al otro día, a la hora de salir rumbo a sus tareas habituales, se escondió bajo la cama.

Apareció el sujeto, y de prepo nomás hizo lo habitual. Resultó tener un corpachón destacado. El Moto permaneció mudo bajo la cama.

Cuando se fue el presunto íncubo, el marido salió de la sombra del lecho.

- Y al final, ¿qué pasó con vos? No hiciste nada... – le recriminó la mujer.
- Je… ahora no se dio cuenta el tipo, pero ya va a ver… ¡Le escupí todas las alpargatas!


Relatado por Andrés Martínez

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Lo que vale...

Pueblo jujeño, una bella obra de Jorgelina Marchesi, en
http://www.artelista.com/autor/6822699057077723-marchesi.html

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Hay gente poco seria y de dudosa estatura ética, que no cree en el valor de la palabra. Para esa clase de personas, un apólogo que los hará reflexionar y quizás cambiar de actitud. Nos lo envía el colaborador honorario Julián, desde Ushuaia. Hemos modificado el apellido del protagonista... un hombre de palabra.

Lo que vale…

El otro día en el laburo me contaron una historia que modificada puede ir al blog.

Había un ñato que se llamaba Giménez de apellido, oriundo de Jujuy. Cada vez que se tomaba vacaciones se iba por tierra: flor de viajecito! La cuestión que es que siempre estiraba las vacaciones: a los 30 días que tenía, le agregaba por alguna circunstancia algunos días más.

Hete aquí que una de esas veces, se va Giménez de vacaciones, pasan los 30 días y nada, 40 días y ni noticias, 45 días y todo el mundo preocupado por si le hubiera pasado algo en la ruta, etc. A los 50 días cae Giménez a laburar.

Lo llama el director para pedirle explicaciones, re-caliente con la demora del empleado para retornar al trabajo. Entonces este se despacha: no sabe usted, primeramente ya sobre el final de las vacaciones me agarré una gripe que casi me pasa para el otro lado, ni pensar en manejar, imagínese! Y cuando salgo de esa, no va que se muere -y acá le manda algún pariente muy cercano, como para justificar quedarse- así que entre velorio, entierro y todos los trámites que se imagine, recién hace 4 días pude emprender el regreso, y acá estoy…

Entonces el director, viendo que la situación había sido grave, le expresa sus condolencias, cambia el tono de la conversación, etc. Y pasado un poco el mal momento le dice que no se haga problemas, que presentando los certificados en el Departamento de personal no va a tener inconvenientes.

Entonces Jiménez se pone concluyente – y de paso, moralista: no, qué certificados ni certificados; en mi tierra lo que vale es la palabra!

Gracias, Juli.