lunes, 16 de mayo de 2011

Basureando al vecindario

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Historia social de los residuos: del robo al lavado




Felizmente, está por ser sancionada la ley que impide el lavado de dineros mal habidos. Pero ha escapado a la perspicacia del legislador la sanción de idéntico delito en materia de residuos mal habidos.


En efecto, estamos en condiciones de asegurar que en la actualidad hay vecinos que tratan de eludir los controles y las cargas fiscales, y por ello hacen figurar su basura como si fuera de otro.


Esto, ni más ni menos, es lavado de residuos. Para mayor inri, la cosa sucede también, créase o no, en la muy noble y leal ciudad de Bahía Blanca, donde jamás nada malo se había visto. Este malhadado fenómeno social merecería un tonante editorial del diario por antonomasia de la ciudad, La Nueva Provincia.


¡Cómo cambian las cosas en nuestra querida República! Antaño el delito era precisamente el opuesto: la sustracción de residuos por ciertos amigos de lo ajeno: vecinos menos pudientes, que se apropiaban de la basura de los más acaudalados, para fingir una riqueza que no tenían.


Ahora, como todos estamos sin duda más ricos que antes, el delito es el ocultamiento de la basura propia.


Merece nuestro respaldo la enérgica apelación del esforzado vecino para que cada cual se haga cargo de su propia basura. Si seguimos por ese camino, podríamos llegar muy lejos en el terreno de la ética pública.

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jueves, 28 de abril de 2011

El Arquicandidato



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Les pareció que era mejor poner el título profesional del candidato, y ahí lo tienen: no es un ciudadano cualquiera, es un Arq.



Podríamos preguntarnos: ¿Arqueólogo, Arquitecto, Arqueópterix?



Si cunde la moda de los candidatos con título, alguno podría llegar a postularse con su especialidad de médico proctólogo o alienista. Difícil pronóstico para la salud colectiva.



Nuestra modesta intención es darle el voto a quien se presente como ser humano. Nada más. Nada menos.

(Nos tienta firmar aquí: "El Licenciado"... )







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Acerca del verdadero autor de este blog


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Queda dicho que el verdadero autor de estos cuentos es el Mulá Nasrudín; que en este lugar, Ramón Minieri es tan sólo un heterónimo del Mulá; de ahí el título de la colección. Pero pocos saben que el Mulá y nuestro célebre Pardiño son una y la misma mente.


Así describe a nuestro autor el prologuista de uno de sus libros más recientes (1):

“Mulá Nasrudín, el idiota sabio, es un fascinante personaje creado por lo sufis que rompe los hábitos de la mente y puede abrir nuevas dimensiones en la percepción de la realidad.”… “ha aparecido en Italia con el nombre de Bertoldo; en el folklore árabe bajo el nombre de Joha; su efigie ecuestre preside algunas plazas en Asia Central, y en China se lo llama Afanti”… Hay ecos suyos "en las andanzas del Rector de Vallfogona catalán, y en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha".

En el libro que citamos, aparece, al pie de la letra, el cuento de Pardiño y la enciclopedia, con apenas una variante. Leemos en la página 84 de este volumen:

“El pequeño de Nasrudín había estado aprendiendo de libros en la escuela.
Un día llegó a su casa y dijo:
- Papá, ¿me das una enciclopedia para ir a la escuela?
- No, no te la doy.
- Pero muchos otros niños las tienen.
- No me importa. Irás en tren, como tu padre y la mayoría de la gente.”


Me quedo con la versión de Pardiño, de final más conciso y enérgico: “No señor, dígale a la maestra que usté va a ir a la escuela a pie, como fue su padre.”


Hay más. Lean los cuentos del Mulá, y díganme si algunos de nuestros preciados filósofos pueblerinos como don Ramón Ustáriz o José Estrela, no eran de la misma escuela. Aunque por modestia, o por discreción, ellos no hacían alarde de ese título.


La sabiduría, como el tesoro aquel del cuento, está aquí nomás. Sólo es cuestión de cavar un poco.
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(1) Shah, Idries. Las sutilezas del inimitable Mulá Nasrudín. Barcelona, Editorial Kairós, 2004.

martes, 26 de abril de 2011

Argenchino aplicado al marketing










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Parece que algún criollo vivaracho se sirve productos de la góndola de los lácteos y los come antes de pagarlos. Es más, quizás nunca llegue a reconocer ese gasto al pasar por la caja. Por eso, no está de más un delicado recordatorio. Como no hay cámaras escondidas, no fue posible insertar la socorrida e hipócrita advertencia: "Sonría, lo estamos buchoneando." Pero este cartelito sin duda va a impactar en el consumidor... y por cierto, también hace sonreír, pero sin hipocresía.


A este observador le queda una intriga: ¿por qué habrán escrito "gracias", después de imprecarnos a gritos (por decirlo con finura)? Eso, como el "sonría" de los carteles habituales, ya suena a argentinismo.




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