jueves, 27 de noviembre de 2008

Universal, obligatorio... y secreto.

La Escuela Nº 18 (establecida en 1906), habitualmente
utilizada como local electoral.


Universal, obligatorio... y secreto

Se producían intervalos tan largos entre una elección y otra, golpes militares y gobiernos de facto mediantes, que la gente se olvidaba de los usos electorales. Esto que narraremos sucedió en algún momento de los años 60.

Aquella señora, ya mayor, entró al cuarto oscuro y allí estuvo un largo rato. El cuarto oscuro era una de las aulas de la Escuela 18 (la “escuela cabecera” fundada en 1906). Las fiscales y la Presidenta se consultaron con la mirada, y finalmente se aproximaron a la puerta del cuarto oscuro. Golpearon discretamente, y como nadie respondía, entraron.


Para esto, la señora ya venía encaminándose hacia la puerta. Salieron pues todas, y esperaron que ella pusiera el sobre con el voto en la urna. Pero para sorpresa de las autoridades comiciales, la ciudadana sufragante no traía sobre alguno en sus manos.

Le pidieron el voto, y ella manifestó, con expresión triunfal de “a mí no me embroman”:

-¡El voto es secreto!

Después de muchos expliques, la doña entendió la cosa. Entonces confesó que había metido el voto, por una ranura, en el interior de un mueble del aula. Hubo que llamar a la portera de la Escuela, que llave en mano ayudó al rescate de aquel voto… muy secreto.

(Narrado por Delly Barrionuevo, “Negra”)

El hombre que escupía fuego


Zorrita de motor, surta en la estación de la Villa.

El hombre que escupía fuego


Cacho Zanona había ido a bailar aquel sábado a Algarrobo con otros dos muchachos de la Villa. Si uno tenía amigos ferroviarios, la excursión era fácil y para nada costosa: era cuestión de viajar de favor, en la “pilota” (locomotora usada para traslados menores y maniobras). Habrá unos 100 km desde Villa Intranquila hasta la estación Juan Cousté, que corresponde al pueblo de Algarrobo. A la madrugada emprendían el regreso en la misma locomotora.

Todo anduvo bien en el baile. Los forasteros impresionaron a las chicas del lugar, unas bellas “rusitas” de cabellos y ojos claros. El que más llamaba la atención era Cacho, porque hizo gala de algunos trucos que se empleaban entonces: comerse un vaso de whisky, escupir fuego… Sabido es que esto último se logra embuchando alcohol o algún licor de buena graduación, y expulsándolo a modo de vapor sobre una llama de encendedor.

Sea por los trucos, o porque los visitantes eran dicharacheros y agraciados, estos les ganaron la mano a los lacónicos muchachos del campo, y bailaron toda la noche con las algarroberas.

Clareando ya, salieron camino a la estación. Apenas habrían hecho media cuadra, cuando sintieron un resonar de tacos que les venía en zaga. Medio de reojo (para no mostrar preocupación) constataron que los seguían varios fornidos “rusos” – sin duda con la intención de brindarles un enérgico saludo de despedida.

Ahí fue la de Dios es Cristo. Cacho y sus compañeros caminaron más y más rápido, como sin querer. Pero los rusos les seguían la marcha, y ya los estaban alcanzando. Entonces uno del terceto perseguido tuvo lo que creyó una inspiración genial. Recordando la proeza de fuego de Cacho en el baile, gritó:

- ¡Quemalos, Cacho, quemaaalos!

(Narrado por Orlando Piccirillo)

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Los robos del siglo (pasado) en Villa Intranquila


En la foto, la Comisaría de la Villa... con unas lindas plantas de palán
palán en los canteros de los árboles. Por aquí pasaron, en la noche
de autos, los ladrones del patrullero.


Los robos del siglo (XX) en Villa Intranquila

1.- El caso del Gallo Viudo.

Don Pedro Millán, cariñosamente apelado “Pedrito” por amigos y aún extraños, prohombre de la Colonia Juliá y Echarren, fruticultor, empresario del comercio de frutas y exportador también, baluarte del club Defensores de la Colonia, había comprado unas gallinas condecoradas en la Exposición de la Rural de Bahía Blanca. Hombre progresista, como en otros aspectos, procuraba mejorar la producción de su gallinero con animales selectos.

Cometió un error: se ufanó al comentar la adquisición de las bellas aves ante algunos contertulios habituales de la confitería del Club. Un poco habrá sacado pecho, con justa razón, y habrá dicho en su estilo lento: “Me traje unas Leghorn de la Rural de Bahía… que ni te cuento qué lindas son, che…”

Esto fue suficiente para que algunos maliciosos decidieran incursionar en el mundo del delito, disfrutando un poco sádicamente el corte brusco que producirían en la romántica relación entre don Pedro y sus gallinas blancas.

Así fue entonces que cierta noche, Pedrito fue invitado a una pollada en casa de unos jóvenes “amigos”. Disfrutó de la cena, bien regada y conversada como corresponde. Ya de madrugada volvió a su casa. A la mañana siguiente, madrugador el hombre, fue a contemplar el gallinero. Allí estaba sólo y solo el gallo, con un letrero colgado: “Viudo desde anoche.” De las Leghorn premiadas, ni rastro. Como los dioses griegos en alguna leyenda, Pedrito había sido antropófago – gallinófago en realidad – de sus propias criaturas. No sé si aún hoy está al tanto de los autores del secuestro, robo, ejecución y cocción de las aves premiadas, a las que él saboreó.

(Relato de H.L.)

2. Ultraje al uniforme

Aquel comisario era todo un personaje. Intentaba destacarse en el mundillo local, ya sea alternando con alguna damisela de Villa Intranquila, ya presentándose con su uniforme de gala, profuso de fideos dorados, en algún acto escolar de fin de curso.

Parece que algún recelo o reconcomio despertó en el personal de la Unidad. Lo cierto es que una noche dejó el famoso uniforme de gala tendido al sereno, quizás para que el generoso vientito de Villa Intranquila lo despojara de los miasmas de humo de tabaco propios de tanta reunión social.

Cuando fue a buscarlo por la mañana… al comisario le habían robado el uniforme del tendal.


(De circulación general, año 1995.)

3. Ausencia del patrullero…

Daría como para título de una zamba.

Los dos jóvenes oficiales disfrutaban cuando les tocaba en suerte hacer la recorrida nocturna de los boliches bailables, el viernes o el sábado. Entraban a los locales, ordenaban encender la luz (para sofocón de varias parejitas que estaban conversando fuerte en lo oscuro), revisaban documentos…

Aquella noche, al igual que otras veces, estacionaron el vehículo policial, descendieron en el boliche del club Independiente, pleno centro, y comenzaron el “operativo de seguridad”.

Mientras tanto algunos de los muchachos que andaban por allí no perdieron el tiempo. Silenciosamente empujado, el patrullero se fue desplazando lejos del boliche. Una, dos, tres cuadras. Imagínense el torrente de adrenalina en aquellos muchachos que clandestinamente consumaban el tremendo desacato. Téngase en cuenta que en su camino pasaron frente a la mismísima Comisaría!

Cuando los agentes salieron del boliche, fue para ellos el momento del pánico. El patrullero no estaba, ni se lo divisaba.

A la mañana siguiente lo encontraron: por allá, al fondo de la calle Yrigoyen, cerca del río. La buena intención de los ladrones quedó demostrada en un hecho: no arrojaron el patrullero al río.

(De circulación general, año 1991).

martes, 25 de noviembre de 2008

Los de afuera son de afuera


Sede céntrica del Club Atlético


Los de afuera… son de afuera

Algunas veces se escucha esta frase en Villa Intranquila. No siempre el que la pronuncia cita, como debiera, al presunto autor de ella. La expresión completa debiera ser “Los de afuera son de afuera, dijo Del Riego.” Vaya uno a saber si esto ocurrió; pero así lo cuentan.

Juan Francisco del Riego, un tipazo, vino a vivir a la Villa desde la provincia de Buenos Aires. Solía bromear con el nombre de su lugar de origen. Cuando le tomaban los datos para algún trámite y le preguntaban:

- Nacido en…
- América.-

Ante el desconcierto del interlocutor, aclaraba con una sonrisa: “Rivadavia, estación América, provincia de Buenos Aires.”

Durante años don Francisco estuvo en la Comisión Directiva del Club Atlético. Ocupó dignamente la presidencia de “los verdes”. Su capacidad comercial, adquirida en su negocio de forrajes, y su seriedad, lo habilitaban para administrar correctamente el club.

Eso sí, el hombre solía ponerse nervioso. Y en momentos de tensión, trastabillaba en sus dichos.

En una ocasión en que el equipo de fútbol del Club jugaba contra otro venido del Valle Medio, la hinchada visitante comenzó a alborotar, y se produjo la consiguiente trifulca. En medio del cruce de denuestos, el revoleo de manos, alguna trompada y algún bastón policial, se lo escuchó a don Francisco, que contagiado por el clima de nerviosismo intentaba poner en su lugar a los turbulentos foráneos:

- Los de afuera… los de afuera son de afuera. Y…y… se van a la misma misma.

(De circulación general. Narrado por Orlando Piccirillo.)

jueves, 20 de noviembre de 2008

Modernización apresurada

Modernización apresurada

A veces, con motivo de un viaje, o de un programa de televisión, hay personas que experimentan un proceso de modernización contra reloj. Entonces se producen resultados como los que vamos a contar.


Transculturación

Este muchacho, lechero a domicilio para más datos, tuvo la oportunidad de pasar casi tres semanas en Burzaco, donde vivían parientes suyos.

De regreso a la Villa, al otro día se encontró de nuevo con sus amigos de siempre. Dicen que después de saludarlos, los contempló con aire inquisitivo y les pregunto:

- Che, y decime… acá en la Villa, ¿patean el rock?



Orgasmo automovilístico

Este otro había escuchado lo dicho en alguna película en inglés, y le encontró aplicación a ese gritito de “Oh my God”. Les comentaba a los amigos:

- Entonces la mina cuando gozaba, viste, gritaba como en las películas yanquis… ¡Oh, my car!


(Relatos de testigos de identidad reservada.)

martes, 18 de noviembre de 2008

Apodos de Villa Intranquila

En la imagen, Casa Domínguez, con la carretilla afuera.



Apodos de Villa Intranquila

Los apodos suelen ser un modo sutil, o no tan sutil, de sanción social o de burla – o ambas cosas a la vez. Más que perlas de la filosofía pueblerina, pueden constituir elementos reveladores de nuestros juicios apresurados – prejuicios, en suma.

He aquí algunos de los motes que se escuchan en Villa Intranquila:
- abeja mala porque "no quiere entrar al cajón". Aplicado a un vecino de quien todos esperaban su tránsito al otro mundo, pero se hacía (todavía se hace) esperar (informado por Eugenio).
- El Milagro. Se aplicó este nombre a un local de quiniela de la Villa, cuyos propietarios eran el flaco F. y otros dos caballeros de similar inclinación al ocio. La explicación era: "ese negocio logró que los tres trabajen."

- Villa Regina. Nombre que recibió la legítima cónyuge de un empleado de un ente oficial, asignado por los compañeros de trabajo de su marido, que jamás la habían visto.

El apodo requiere un explique. Por entonces la ciudad de Villa Regina estaba coronada por la estatua de un indígena que oteaba el horizonte con gesto avizor. La estatua estaba allá arriba, coronando las bardas, por encima de toda la población.

Ahora bien: el mencionado empleado de un ente oficial, un Sr. Maldonado, a quien se conocía como el Indio Maldonado, alardeaba ante sus compañeros relatando sus proezas sexuales con la señora. Que anoche fueron tres, que anteanoche un doblete, etc. Esas mentiras que se cuentan los varones, deportivamente.

Por lo cual los compañeros bautizaron a la señora, a la que desconocían, como “Villa Regina”. Porque estaba siempre con el Indio encima. (Narrado por J.L.B.)

- caballo de estatua: buena persona, pero un poco inoperante. De ahí el apodo, porque “no te va a cagar, pero tampoco te lleva a ningún lado”

- perro siberiano: un personaje local de ojos celestes. “Tiene los ojos muy lindos pero no sirve para una m….”

- parche de papa: Fulano es como parche de papa, no te hace bien, pero tampoco te hace mal…
- fuentón de plástico: un donjuan local, que dos por tres cambia de pareja; entre las mujeres se lo llama de este modo porque "por más que lo cuides, se te va a rajar";

- kiosquito un señor un tanto naif, porque "tiene todas las pelotudeces";

- el cachorro Fulano; cuando había una comida de amigos, el papá de este hombre se llevaba la comida que había quedado, "para un cachorrito que tengo en casa";

- CUCAI por el ente oficial que se ocupa de la donación de órganos para ablaciones e implantes. El apodo era para un señor que por no ser tan viril, tenía algún órgano sólo para donarlo.

- bote nuevo: hombre poco dado a la higiene "hay que empujarlo para que entre al agua";

- paperas dos hermanos complicados para tratar con ellos: "cuando vienen te dan fiebre; cuando se van, te dejan los testículos hinchados";

- manija'e bomba (por la bomba de agua): Un cordial funcionario del Instituto de la Vivienda, que saludaba apretando y sacudiendo fuertemente la mano del otro, hasta el punto de la quebradura de falanges;

- Ushuaia, una dama de popa destacada, a la que se consideraba "el culo del mundo";

- la Croto (por la crotoxina, droga que se estaba experimentando contra el cáncer y era de difícil obtención). Las destacadas formas de esta dama atraían a los varones intranquilenses, por lo que la llamaron de esta manera; ya que sólo estaba al alcance de unos pocos, pero eran muchos los que querían ponérsela;

- el oca Fulano: como le debía cuentas a medio mundo, para caminar de uno a otro lugar del pueblo tenía que hacer esquivadas, caminos laterales y retrocesos, como en el juego de la oca;

- cuento corto: este trabajador había perdido varios dedos en la sierra. Entonces sus amigos suponían que cuando tenía que contar aquel cuentito de los dedos, decía “este compró un huevito… y este se lo comió”;

- el rey Mengano: Como era tuerto, habían encontrado este honroso circunloquio para referirse a él;

- fax era un joven de la localidad cuya novia comenzó a enviarse mails con un muchacho extranjero, hasta que hizo pareja con este. Al antiguo novio le quedó "fax"... porque lo desbancó el correo electrónico;

- huevo de heladera: un señor que estaba siempre parado a la puerta de su casa;

- casa Domínguez: la chica era de mandíbula pronunciada; por lo cual se la mencionaba aludiendo a un negocio que siempre tiene la carretilla afuera (ver foto);
- semilla'e sandia: este hombre, muy morocho él, se paseaba jactancioso por el centro conduciendo el Chevy rojo que se había comprado;

- mulita promiscua (reemplace el lector esta última palabra por otra más usual): alguien dado a la bebida: todas las noches se acostaba con un peludo distinto.

(Estos apodos son de circulación general).

Palabras de intendente. Harvard y los alevinos.



Plazoleta en La Adela, sobre el río (frente a Villa Intranquila). En ella hay estatuas de la Sirenita y dos cisnes en una fuente que no tiene agua. También hay dos montañas artificiales hechas con piedras filosas, por lo que han sido alambradas para evitar peligros a los niños. En una de las montañas hay una gruta u hornacina artificial, vacía. Sobre un costado otra fuente, también sin agua, está presidida por una columna que exhibe varias bandejas superpuestas. Estatuas y demás ornamentos han sido pintados en azul o en dorado. En la misma población se encuentra el Monumento al Broche, que incluiremos próximamente. (Foto cortesía de Caroline Holder).


Palabras de intendente:
Harvard y los alevinos





Villa Intranquila ha sabido tener intendentes pintorescos. Uno de ellos, el ya mentado de “no es vida la de los pobres muertos”.

Este otro, que ha dejado varias frases memorables para el patrimonio cultural de la Villa, era hombre de trabajo que no había tenido muchas oportunidades como para completar su educación. De todos modos, como demostraba ser una persona con perfil de ejecutor, y de no empantanarse en debates partidarios, los ciudadanos lo eligieron – y más de una vez.

Cuando volvió de uno de esos cursos de capacitación que ofrecía la provincia para los intendentes, relató el encuentro en una entrevista para la televisión. De paso, supimos que había aprendido a decir Harvard:

- Muy bueno, che, vieras lo que era eso… Le ponían una mesita a cada uno, con papel en una carpetita, y birome… Un vaso de agua… Cada tanto un cafecito.. Y claro, sabés, el curso era nada menos que de la Universidad de Hóuar…

En otra oportunidad, celebró las actividades de siembra de peces realizada por personal de Piscicultura de la provincia:

- Está bueno porque ahora vamos a tener truchas de nuevo en el río. Como un millón de aluviones han sembrado.






(Narrado por L. P.)

sábado, 15 de noviembre de 2008

Una de Calviño. El Operativo vs. la sensatez.

Escenario del operativo. Estamos en la calle Belgrano. Allá al fondo, un grupo de personas charla en la esquina con República Española, donde sólo quedan las ruinas de la casa de Pis Quintana (en la que se había atrincherado el "subversivo"). El sargento Calviño se adelantó caminando por el medio de esta calle, mientras sus camaradas de armas estaban cuerpo a tierra contra el cordón.


Operativo vs. Sensatez: gesta de Calviño.



El Sargento Calviño, hoy jubilado, integró durante años las fuerzas de seguridad de Villa Intranquila.

Se caracterizó por su figura redondeada, su actitud calmosa, su voz atiplada y su bonhomía. Cuando en los años de plomo la policía local tenía que realizar un “operativo rastrillo”, y pasaba casa por casa para revisar todo – también los libros – era motivo de tranquilidad saber que Calviño venía al frente de los rastrilladores. En ese caso, la cosa se reducía a un trámite. Claro que para entonces, uno ya había hecho desaparecer buena parte de su biblioteca.

En algún momento de aquellos años, se produjo un episodio que merece figurar en los anales de la pequeña historia lugareña.

Había llegado a la Comisaría un oficialito nuevo, cascarudo él, imbuído de la doctrina de la seguridad nacional, provincial, local y vecinal. No sé si fue el mismo que metió preso al presidente de la Cooperativa Eléctrica, cuando hubo un corte de luz en momentos en que se jugaba el Mundial de 1978; pero bien pudo haber sido.

Sucedió que el compañero de una bella morocha intranquilense (y quizás intranquila), sospechó que ella lo engañaba. Este cronista confiesa que más de uno hubiera deseado ser el engañador. Ante las desdeñosas respuestas de la morocha, el deudo de su amor optó por una variante trágica. Manoteó un revólver que guardaba el padre de ella en la mesa de luz (una vieja máquina ineficaz –nos referimos al revólver) y se atrincheró en la casa de la chica y del suegro, dispuesto a provocar una tragedia memorable.

El oficialito de la Policía dispuso montar un operativo para reducir al apasionado. Llevó a sus hombres al teatro de los hechos en vehículos requisados al efecto, incluída la camioneta donde el Sr. Sampaolo, vecino de la Colonia, traía un chancho, el cual (el chancho) quedó demorado en el corralón policial. El teatro de los hechos se encontraba, y se encuentra, a tres cuadras de la comisaría, en la esquina de Avda. República Española y Juan B . Justo.

Llegados que fueron al lugar, el oficialito distribuyó a su tropa. Fulano atrás de aquel árbol, Mengano parapetado tras el altísimo cordón de la vereda (ver foto), etc. Munido de un altavoz portátil, prodigio de la última tecnología adquirido por la policía provincial, el oficial a cargo del operativo se dirigió al hombre atrincherado:

- Le informo que el área se encuentra bajo total control operativo de las fuerzas del orden. Por lo cual le intimo la rendición en forma inmediata e incondicional, con entrega del armamento en su poder. Reitero…

El subversivo gritó desde allá: - Ni cagando me sacan.

La tensión crecía por momentos. Téngase en cuenta que los policías no estaban al tanto de que el viejo revólver del Sr. P. Quintana estaba oxidado e inutilizable. El oficial iba ordenándoles a sus hombres que se fueran adelantando para ocupar posiciones. Con el hermoso altavoz, indicaba “efectivo número 3, desplazarse a posición A 9”. "Ahí no, para el otro lado." Los milicos, no muy acostumbrados al juego de la batalla naval ni a las gráficas cartesianas, más o menos iban rumbeando semiescondidos hacia la casa del masculino resistente.

Cuando ya era previsible que se desatara un tiroteo mortífero, el sargento Calviño se dirigió al oficial:

- Si me permite oficial… - Autorizado a hablar, prosiguió:


- Me deja probar… Yo lo conozco al muchacho, es un buen pibe. Pasa que...

El oficial aprobó la mediación de Calviño.

Entonces este, incómodo por tanto tiempo de estar acuclillado, se puso de pie, y balanceando su pancita fue caminando, al parecer muy tranquilo, por el medio de la calle hacia la casa del rebelde. Mientras lo hacía, iba diciendo con su voz finita:

-Che boludoooo, já jodeeer… Mirá si se te llega a escapar un tiro. Dale, terminalaaa…

Como es de prever, el manejo psicológico del mediador Calviño fue mucho más eficaz que el operativo montado por el oficial. El casi criminal pasional se entregó mansamente, y el incidente concluyó en paz.

Digo yo… para esos tiempos que vivíamos, ¿no fue este un pequeño triunfo de la sensatez? Y del Sargento Calviño, claro.



(Narrado por Gerardo García.)

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Dos de Titulo

Titulo y sus magníficos camiones

Titulo Trancamilla (el sobrenombre es efectivamente Titulo, palabra grave), era un pintoresco transportista de Villa Intranquila. Al igual que el aspecto personal del empresario, sus camiones se destacaban por lo descangallados: un alambrecito por aquí, una atadura por allá, el paragolpes colgando, una goma pelada… pero en fin, más o menos andaban.

Estas dos anécdotas se refieren a episodios vividos por él, y contados por alguno de sus sobrinos o conocidos.


“Tira lindo…”

Tío y sobrino venían a buena marcha desde el campo hacia el pueblo, por la ruta 22 – como quien viene de Choele, pasando la curva de Lami Dozo*.

De pronto, muy ufano, sintiendo lo livianito que andaba el vehículo, Titulo se dirigió al sobrino y alardeó:

- Tira lindo el forcito, eh?

Antes de responder, el sobrino miró hacia atrás. Espantado, le comunicó a Titulo:

- No tenemos el acoplado, tío! Lo hemos perdido por ahí…

La frase hecha “tira lindo el forcito, dijo Titulo” se utiliza todavía en la Villa, sea para referirse a vehículos o a quien se apresura a presumir de algo.

* La ruta 22 entre Villa Intranquila y Choele Choel fue diseñada como una recta implacable de 120 km. Pero en un lugar a cosa de 50 km de la Villa, se aprecia en ella una leve desviación. Se la ha bautizado “curva de Lami Dozo” en atención al apellido del ingeniero que aquel día marcó el rumbo con el teodolito. Hombre para nada abstemio, la memoria popular asegura que los vapores etílicos le hicieron desviar el trazado. (Referencia de Nery Caracotche).


“Que se olviden...!”

Conductor y ayudante venían en el camioncito bichoco, ya cerca del pueblo. Pero esta vez llegaban desde la orilla pampeana del río Colorado.

Para quien no conoce los alrededores de la Villa, señalemos que hay un desnivel de más de 40 metros entre el valle donde está este poblado, y la ribera pampeana por la que venía el camión de Titulo. Una bajada bastante pronunciada desde allí, desemboca en el puente carretero; más acá está Villa Intranquila, plácidamente extendida al costado del puente como gato haragán.

Titulo venía conduciendo el camioncito. Cuando encaró la bajada, apretó el freno para disminuir la velocidad. Bombeó infructuosamente, sintiendo en el pie esa incómoda sensación de vacío. Volvió a intentar el frenazo, una y otra vez, hasta que tuvo que aceptar que los frenos no funcionaban.

Entonces miró a su sobrino, aferró fuertemente el volante, miró al pueblo allá abajo, y pronunció una frase que se ha hecho célebre:

-Bueno, ahora… ¡que se olviden de Villa Intranquila!


(Episodios narrados por JAA y JAV).

miércoles, 5 de noviembre de 2008

De perdices y roperos. Excusas surrealistas.

Villa Intranquila vista desde "la loma de la ermita" - la barda del lado pampeano del río. Hacia 1950. Se alcanza a percibir la todavía reducida extensión del poblado.



De perdices y roperos – excusas surrealistas

Algunas excusas inventadas “al toque” por vecinos intranquilenses han pasado a la historia por lo descolocadas. Elegimos dos, para ir comenzando.

En el ropero

El señor Altemir (abuelo de un homónimo actual), era un español petisito, dicharachero y muy enamoradizo. Su tienda y negocio de mercería resultaban un espinel apropiado para que dos por tres realizara alguna pesca amorosa.

En una oportunidad, un marido receloso volvió a casa antes de tiempo, enderezó para el dormitorio conyugal, y le pareció que estaba un poco revuelto. Insistente en la sospecha y a pesar de la airada reacción de la mujer, hizo lo indebido – querer saber demasiado.

Miró bajo la cama y no había nadie. Pero luego, al abrir el ropero, encontró a don Altemir en posición de firme. Y aquí viene la parte de la excusa, cuando el marido burlado le pregunta:

- Pero, ¿qué hace usted acá, viejo sinvergüenza?
- Paseando, hijo.

En la Villa se repite todavía, como un refrán en forma de dístico, la expresión “Paseando dijo Altemir / y estaba adentro’ el ropero”
(De circulación general)


De cacería

Don Ignacio Prieto era renombrado por sus distracciones. Se comentaba que una vez, contento de que lo trajeran al pueblo en auto, se había olvidado en el campo el camión de reparto de Casa Aznarez (el negocio de ramos generales del que era socio), con el que había ido a entregar un pedido de mercaderías a la Colonia Juliá y Echarren.

En esta oportunidad, salió de su casa a la noche para asistir al velatorio de un conocido. Estuvo allí un buen rato, y luego decidió que haría escala en el Club antes de volver a casa.

El tiempo se le fue sin darse cuenta, entre charlas, chistes, y partidas de más y menos, tute y mus. Cuando quiso acordar, ya se veía clarear por las ventanas.

Un amigo lo llevó hasta la puerta de su casa. Don Ignacio intuyó que ya su esposa debía andar levantada, y quiso inventar una excusa plausible para la tardanza. De pie en la vereda, con su impecable traje negro, los zapatos lustrosos, la camisa blanquísima y la corbata, le gritó al que lo había traído en el auto:

- ¡Las perdices llévalas tú!


(Narrado por NV)

martes, 4 de noviembre de 2008

Palabras de despedida


Discurso de despedida

Cuentan, no sé si creerlo, que aquel presidente de la Sociedad Italiana de Villa Intranquila tenía que pronunciar el discurso de despedida para un finado cofrade.

Hombre de pocas palabras, y para más en un idioma que no manejaba con mucha fluidez, se paró cerca de la fosa, se acomodó el chaleco y dijo:

- Se ne ha ido l’amico Carmelo… e.. en nombre de la societá italiana… - Y dirigiéndose al empleado de la funeraria:

- En nombre de la societá italiana... Encacale la tapa.

Se escucha hasta hoy la frase “en nombre de la societá italiana, encacale la tapa”, para aludir a un asunto que quiere darse, mal o bien, por terminado.


(Cuento de circulación general)

Un ajuar rosa confunde las cosas


Villa Mitre: el boulevard Alberdi y "la góndola", tradicional quiosco
de los Zamataro - un verdadero centro cultural y social.

Problemática identidad de un mellizo

Por esos tiempos en que no existía la ecografía, la llegada de mellizos solía ser toda una sorpresa. Veamos lo que le sucedió a Carlos Zamataro, nativo de Villa Mitre (la parte de la ciudad al sur de las vías)según su propia narración:

- Como mi vieja no sabía si iba a nacer varón o nena, había preparado dos ajuares, uno celeste y uno rosa. Pero cuando nacieron mellizos, qué hacen… Lo ponen a mi hermano en el moisés celeste, piden prestado otro y me acomodan a mí en el prestado, con el ajuar rosa. Y yo, te imaginás, el pelo negro pinchudo, la cara como un puño...
- ¿Y entonces?



- Entonces venían las vecinas, miraban a mi hermano y lo elogiaban. Pero cuando llegaban a mi moisés, las viejas se quedaban un poco calladas y después decían… morochita, la nena…





(Así lo cuenta Carlos Zamataro.)