martes, 31 de marzo de 2009

Acerca de la variabilidad de las opiniones políticas, o radicales de m

Edificio del Municipio de Villa Intranquila. Construido a fines de la década de 1960, se lo supo denominar "la Casa Aujereada" por la parte del frente que Ud. puede ver a su derecha - la de usted.

Esas tornadizas opiniones políticas

Sin presumir de politólogos ni citar afamadas consultorías, los vecinos de la Villa festejan una anécdota que ilustra acerca del modo en que se siembran y se modifican de modo inesperado simpatías y rencores entre los votantes.

El petiso Asencio no acostumbraba opinar de política. Por tal motivo, no se conocían sus preferencias partidarias. Claro que había motivos para pensar que por tener un apellido iniciado con la letra A, y por tradición familiar, sería radical.

Lo cierto es que en una oportunidad necesitó una ayuda del municipio para cierta refacción que estaba haciendo en su casa. Gobernaban los radicales. Puesto que había chapas para distribuir, le dieron tres o cuatro.

Al tiempo, trascendió que el petiso había vendido las chapas. Alguien del equipo gobernante lo llamó a la Municipalidad, y una vez allí le dieron un buen rapapolvo.

Salió con las orejas gachas y cara de pocos amigos. Y se lo escuchó decir:

- ¡Ra-di-cales de mier…!


Relato de Dani Martínez

jueves, 26 de marzo de 2009

Acá hay que traer un gendarme. O dos...

Gendarmes en la frontera noroeste recuperan un puercoespín (noviembre de 2007).


Acá hay que traer un gendarme...




Me pareció tan increíble este diálogo escuchado en la cafetería, que necesito verlo por escrito para aceptar que ha sucedido. Allí va, sin editar:

- Acá lo que hay que hacer… pedir un gendarme. O dos, mejor


- ¿De dónde sacaste? Tás loco…

- Acordaaate lo que yo te digo. Porque entre los chorros, las maestras en la ruta, ahora los productores… Y cuando te quieras acordar, van a estar entregados todos los gendarmes. Viste que ya mandaron a Buenos Aires. Ahora piden en San Martín de los Andes, no?

- Pero acá no hacen falta…

- Eso decís ahora. Bueno, pero ponele que no hagan falta: son tipos entrenados, hay que darles de comer y alojarlos nomás…

- Y por qué no pedís de Prefectura también… (irónico).


- Ah, no? Se puede decir que hay que controlar el movimiento del río… y traés también unos tipos gratis. Te digo: hay que pedir ahora. O va a pasar lo de siempre… para cuando acá se avivan, ya no queda nada.

Caro lector: en la Villa, a gatas hay un robo importante por bimestre. Las maestras no han degollado a nadie, ni los ruralistas. Lo juro por lo más profano (que suele ser lo más divertido también).



Pero nos quedamos todos callados.

lunes, 23 de marzo de 2009

¡Qué sobrenombre...!


Fundadores del Banco de Río Negro y Neuquén, entidad formada por pequeños y medianos empresarios, que apoyó el desarrollo de la región (1920 - 1978).

Orlando, qué sobrenombre...!

Nuestros esquemas mentales nos traicionan. Esta es una reiterada lección que imparten los relatos pueblerinos. Uno reacciona, partiendo de la base de que tal cosa es de tal manera… y como se ha basado en un supuesto inadecuado, uno cae en el ridículo. Según Bergson, este emerger de la realidad que hace tropezar al esquema mental, es la primera fuente de la risa.

Orlando, excelente compañero de trabajo nacido y criado en la Villa, me contó alguna vez los comienzos de su amistad (fuerte y duradera) con el foráneo Cacho Zanona. Orlando trabajaba en la Sucursal intranquilense del Banco de Río Negro y Neuquén, que hasta los años ’70 del siglo pasado mantuvo una señalada presencia en la vida económica de la región. Y un buen día llegó a ella Cacho Zanona, trasladado para ocupar la contaduría.

En su trabajo anterior como ferroviario, Orlando había vivido y sufrido esos momentos melancólicos del forastero en un pueblo donde todavía no ha hecho amigos. De modo que a poco de haber llegado Cacho, ya lo estaba invitando a cenar en su casa, un viernes a la noche – cosa de poder seguir charlando hasta cualquier hora, sin tener que pensar en levantarse temprano al otro día.

Orlando y Norma, su esposa, buenos cocineros ambos, sirvieron una cena deliciosa, acompañada por un buen vino. Y charlaron todos largamente.

Ya a los postres, en ambiente distendido, repantigado en un sillón del living, Cacho se sintió inclinado a elogiar al nuevo amigo:

- La verdad, Orlando, sos un gran tipo. Gaucho, buen compañero, trabajador… Lástima que te hayan puesto ese sobrenombre tan pelotudo. No sé cómo dejás que te digan así… Pichirilo…

- No es un sobrenombre… Es mi apellido. Piccirillo.


En memoria de Orlando Piccirillo.

sábado, 21 de marzo de 2009

¡Alámbrenla por si acaso!

El alambrado de la Biblioteca. Para ampliar, haga doble click en su ratón.

Alambrar… por si acaso

En los últimos días han alambrado el local de la Biblioteca Popular de Villa Intranquila, que está en pleno centro, frente a la plaza. Para prueba, la foto.

Quizás se ha cercado el predio de este modo para preservar el espacio verde ubicado ante la entidad, y que se está plantando con arbustos. Esperemos que no erradiquen la bella planta de palán palán que orna el muro sin exigir cuidados.

Hay quien recuerda los tiempos, que creíamos superados, en que la Plaza del General Trasladado estaba cuidadosamente cercada con un alambre de gallinero, de esos con celdillas romboidales. Y un molinete daba acceso al espacio verde. Con estos dispositivos se evitaba la irrupción de los caballos.

En cuanto a la Biblioteca, algo de esta transformación física me dejó pensando. No me refiero al opinable criterio de estética corralera; he de aceptar que vivo en un país donde el Mercado de Hacienda de Liniers, todo con mayúsculas, y la Sociedad Rural Argentina, dictan los estados de ánimos, y establecen modas selectas como las prendas de carpincho y el neoliberalismo. Al fin de cuentas, la Feria del Libro se lleva a cabo en el predio que le hemos obsequiado a la SRA. Lo que me deja cavilando son los objetivos de la medida. ¿Se procura evitar que los perros vagabundos ingresemos en el templo del saber? O más bien, más bien quizás, se apunta a que las ideas allí contenidas no salgan a trastornar la ciudad...

Marzo de 2009.

jueves, 19 de marzo de 2009

El idioma de los argen-chinos, 1.

Para ver mejor a San Hubelto, haga doble click sobre la foto.


Los Argenchinos y la letra L


Quizás hoy por hoy Jorge Luis Borges tendría que agregar un capítulo a “El idioma de los argentinos”, para contemplar las creaciones idiomáticas de la creciente colectividad china que se ha venido a vivir en estas tierras. También los tenemos en la Patagonia: los he hallado desde Villa Intranquila hasta Ushuaia.


Generalmente se dice que los chinos transforman en sonido “l” la “r” que se encuentran en nuestro vocabulario. Esto da lugar a algunos chistes más o menos picarescos.


Como lo muestra esta foto tomada en Villa Intranquila, a veces es así. Por ejemplo, en un supermercado de Villa Intranquila, el vino San Huberto se ha transformado en San Hubelto. Por pudor, omito otros letreros donde el tamaño "grande" se convierte en… otra palabra.


Pero toda generalización es injusta. Vean la parte 2, a continuación.


El idioma de los argen... chinos, 2


Para ampliar la imagen, haga un doble click con el ratón.

Decíamos que toda generalización es injusta, ven? A veces, preocupados por hablar y escribir bien, los amigos argenchinos cambian la “l” en “r”. Así se ve en esta anotación donde el limpiador “Mr. Músculo” se ha transformado en “M. Múcuro”. Para que vean.


Me quedo pensando... ¿qué habría escrito Jorge Ruis Bolges?

miércoles, 18 de marzo de 2009

Renovemos y mejoremos el idioma, 1.



Doble click con el ratón para ampliar la imagen.


Y… sí, el lote lo ofrezco en venta. Pero también quise destacar que el lugar, ahí cerca del canal, es bastante fresco.

Renovemos y mejoremos el idioma, 2.

Con un doble clic del ratón, se agranda la foto.

Al comerciante le pareció que “bacalao” suena vulgar. Recordó aquella vez que en su cuaderno la maestra le corrigió “asao”… y quiso escribir bien esta vez.

lunes, 16 de marzo de 2009

Cuidado con andar mejitando por ahí

Foto: Escudo policial de tiempos del Territorio. Cortesía de Raúl Figueroa.

Aquel juez de paz de Villa Intranquila era nuevito, y ponía especial cuidado en cumplir cada punto de la ley.

Al igual que todos los lunes, ese día como las diez de la mañana llegó un policía al Juzgado, arreando una hilera de contritos caminantes. Eran los que durante el fin de semana habían sido demorados en la comisaría por infringir el artículo 55 del Código de Faltas y Contravenciones de la provincia, que prohibía mostrarse en estado de ebriedad en lugares públicos. Aludiendo a ese artículo, a los bebedores conspicuos se los llamaba “55”. La fuerza del orden los demoraba en una celda para que se les disiparan los vapores etílicos, y luego tenían que esperar el primer día hábil para recibir la sentencia del juez. Algunos habían caído ya en la noche del viernes en la comisaría; venían aburridos de dormitar, cebarle mate a la guardia, charlar con algún colega, y desmalezar el patio o el jardín policial.

El policía a cargo de los cautivos saludó y entregó los formularios (uno por cada infractor) al juez. Como de costumbre, este fue llamándolos uno a uno a su despacho. Allí los retaba un poco y disponía su liberación (previo regreso a la dependencia policial). Pero una de las actas llamó su atención. Se acusaba al reo de haber transgredido, no el artículo 55, sino el 23. Era la primera vez que esto sucedía. Acudió al Código: artículo 23... ultraje a los símbolos patrios! En los renglones donde el rondín debía detallar el hecho, habían escrito una palabra desconocida para el juez: “por …..ar en la vereda del jusgado”.

Fue preciso llamar a la comisaría para aclarar el enigma. El símbolo patrio ultrajado era nada menos que el escudo ubicado allá arriba, sobre la puerta de entrada al Juzgado. Y la palabra misteriosa, era “mejitar”: un barroquismo policial, inventado sobre la raíz de “mingitar, mingitorio”. En suma, el reo (un robusto y risueño mocetón del campo, a quien el alcohol le había borrado toda memoria del episodio) había meado en el cordón de la vereda del juzgado. Lo que no era cosa menor; porque, como le explicó pacientemente el veterano oficial de guardia a ese juez novato: “cómo va’andar mostrándole “eso” al escudo nacional, señor Juez…” Para colmo, el sol del escudo tiene ojos.
Testimonio de RM.-

domingo, 1 de marzo de 2009

La Forecita? ... É una angancía la Forecita!


La Forecita? ... É una angancía la Forecita!

Gaetano Mangiavillano, constructor, había podido finalmente comprarse una caAñadir imagenmionetita Ford T modelo 1927, bastante baqueteada por el uso. Tanto había hablado de esa compra, que sus conocidos le preguntaban con frecuencia qué tal andaba el vehículo. La respuesta era invariable:

-La Forecita…? Ehhhh… é una angancía, la Forecita!

¿Por qué la metáfora de la alcancía? Se habría podido interpretar que el uso de la camioneta le permitía multiplicar sus ganancias, o que significaba un ahorro de dinero. Pero en algunas ocasiones Gaetano aclaraba:

- Una angancía… Peso que tengo, peso que se lo tengo que ponere…


Relatado por Miguel Ángel “Piche” Martínez