miércoles, 29 de octubre de 2008

Enriquezca su vocabulario: in-reparable

(El sol matutino sobre la plaza de la Villa, en una mañana de primavera.)

Enriquezca su vocabulario: in-reparable

Villa Intranquila fue durante varias décadas (1930 - 1970), sin darse cuenta, una comarca cooperativa. Teníamos cooperativa eléctrica; de crédito; de panificación; de productores con su aserradero, frigorífico, bodega y galpón de empaque; de industrialización y exportación; de ganaderos… Algunas siguen hasta hoy; otras se han transformado en empresas de las que sólo queda el nombre cooperativo; otras languidecen o han perecido.

Era lindo ver antaño cómo la mayor parte de los vecinos se animaba a participar en las asambleas y aceptaba que la designaran en los consejos directivos de estas entidades, donde el compromiso era gratuito y no exento de sinsabores. Allá iban, pequeños comerciantes, chacareros, maestros, empleados, y desempeñaban el mandato.

A este hombre lo habían puesto de presidente de la Cooperativa Eléctrica. En un mal momento, porque aquel verano fue difícil para él y para los vecinos. Sólo había una usina térmica en la Villa, y esta por momentos no daba abasto con la demanda de los frigoríficos y galpones. De modo que cada dos por tres se producían cortes de luz, salpimentados con los improperios de los vecinos que se acordaban de las madres y abuelas de los sufridos consejeros y directivos de la Cooperativa.

Por entonces ya había un noticiero local en la televisión. Los bisoños periodistas fueron a entrevistarlo al presidente de la Cooperativa Eléctrica, que estaba trabajando en su taller. Se limpió las manos con un trozo de estopa, se cuadró frente a las cámaras y comenzó a explicar:

- La gente tiene que entender que los cortes son in-re-pa-ra-bles. La misma palabra te lo dice: inreparables. Eso quiere decir que nunca se sabe cuándo van a suceder. Me entienden... Inreparables.

(Vivido por el autor del blog en 1978).

Enriquezca su vocabulario. Geiser, Borrascas, Eleves y Gases, y la Monarca

(Hermoso mural en una esquina de Villa Intranquila.)



Enriquezca su vocabulario: frases sueltas.



Sin saberlo ni proponérselo, los vecinos de la Villa manifiestan su capacidad creativa renovando a diario el lenguaje, modificando o adecuando vocablos. Vayan algunos botones para muestra:


- Pucha, se le rompieron los eleves. (El intendente aquel de “los pobres muertos”, refiriéndose a una radio portátil, una de las primeras, que se le había roto durante un viaje a Córdoba. Como las emisoras eran LV1, LV2 etc., él se apropió de la terminología técnica. Contado por AFI, que estuvo en ese viaje.)


- Y vio... todo quedó en agua de borrascas. El profesor O. quería decir que todo quedó en nada. Pero como no conocía las borrajas, adecuó el dicho. (Escuchado por el autor del blog.)


- Yo le digo al pibe; hay que aguantar nomás; son gases del oficio. El señor L. comentaba las peripecias de su hijo en un nuevo empleo. (Escuchado por el autor del blog.)


- Traeme aspirina, che… de la eservecente. (El mismo personaje, haciendo su pedido de mercaderías para la despensa al distribuidor.)


- Ese acondicionador de pelo… pero el común traeme, no el que tiene geiser.
(Quería referirse al ginseng. El mismo personaje. Estos dos últimos incidentes, narrados por SFO al autor.)



- Acá tenemos que hacer como hicieron en Viedma y Patagones. Hacer lo mismo con La Adela y Río Colorado. Decir: desde ahora todos formamos la monarca Río Colorado - La Adela, igual que ellos que hicieron la monarca Viedma - Patagones. (De un comerciante local, queriendo aludir a la Comarca, en reunión de la Cámara del Comercio. )
Narrado por M.M.

Crecimiento capilar


(Muestra de ingenio villaintranquilense: letreros amorosos juveniles en Colonia Juliá y Echarren. Foto cortesía de Caroline Holder.)


Crecimiento capilar

El peluquero Agudiak (otro integrante de la inmigración ucraniana) utilizó aquella vez su argumento decisivo para conquistarse definitivamente a un cliente:

-Pero ché… ¡qué porquería te han hecho en esa cabeza! ¿Quién te cortó el pelo?

La respuesta del parroquiano lo desconcertó sólo por un momento:

-Fue usted, don Agudiak…- Pero se repuso:

-La pucha que te crece desparejo.

(Cuento de circulación general.)

jueves, 23 de octubre de 2008

Frases y letreros en negocios de Villa Intranquila




Letreros de negocios

En la imagen: vidriera codificada. No la hay en ningún otro lugar del mundo. Será una estrategia para no poner el precio, y que el candidato entre a preguntar?

Hay otros letreros y frases comerciales que nos sentimos obligados a rescatar, para que no se los lleve el injusto olvido. Por ahora, vayan estos.

-“Empanadas de Virgilia” (por donde se supo que el poeta Virgilio no sólo es autor de la Eneida y las Églogas… también de otras cosas con E).

-“Empanadas de bacalado” (al comerciante le pareció que “bacalao” quedaba muy ordinario…) (Narradas por Orlando Piccirillo).

- “Ah… usted quería flan casero. Y sí, casero es... claro que no siempre sale bueno”… (el mozo del restaurante a un cliente). (Narrado por AD)

- "Zapatería El Rápido, de Silvino García. No se aceptan trabajos con apuro." Teniendo en cuenta este letrero, don Silvino es declarado ciudadano honorario de Villa Intranquila. (Narrado por J.D.)

Gancedo y la Providencia


(En la foto: la estación de ferrocarril de Villa Intranquila.)


Gancedo y la providencia divina

Gancedo Altamiranda, ferroviario, era una persona amigable y bien dispuesta. Y para nada abstemio.

En una oportunidad se encontró trabajando con una cuadrilla en la reparación del hilo telegráfico. Habían ido en la zorrita (vagoncito que se tracciona a fuerza de brazos) y estaban como a 50 kilómetros de la estación más cercana. Era por los días más tórridos del verano, y a la hora de la siesta. Previsores, los muchachos habían llevado alguna botella de tinto. Pero caliente como estaba el mosto, era imprudente ponerse a tomarlo.

De pronto se oscureció el cielo, se juntaron nubarrones, y se descargó una súbita tormenta de verano. Al chaparrón torrentoso le siguió una manga de granizo, que repiqueteaba sobre la zorrita.

Los hombres habían buscado refugio bajo una chapa, porque esas pedreas suelen castigar bastante. Pero Gancedo, feliz, con un jarro de aluminio se paseaba bajo el granizo y recogía las piedras blancas para echarlas luego en los vasos, mientras proclamaba a voz en cuello:

- Vieron muchachos… vieron cómo Dios se acuerda de los pobres!

(Narrado por N.M.)

lunes, 20 de octubre de 2008

Cortesía, fórmulas y disparates

Cortesía, fórmulas y disparates


A veces, el intento de utilizar alguna forma de cortesía en el trato resulta desafortunado. Es el caso de un habitante de Villa Intranquila cuyo padre había fallecido. En la calle lo encontró un conocido, que le expresó su pésame y trató de disculparse:

- Perdoná, ese día no estaba en el pueblo y no pude ir al velatorio.

El deudo buscó la manera de que el otro no se sintiera incómodo:

- No te preocupes, che. No faltará oportunidad…

. . .

Caso similar, el de aquel hombre de campo que no era muy dado al roce social. Había pasado varios años sin ver a un amigo, hasta que por fin lo encuentra en una de sus venidas a la Villa. Para esto, el amigo no sólo se había casado, sino que ya tenía un hijo de ocho años de edad.

Queriendo quedar bien, el hombre de campo le dice al otro:

- Uhhh… ¡Pero este nene ya camina y todo!
(El primero es de circulación general; el segundo, aporte del amigo J.D.)

El policía que (casi) derribó un avión

El policía que (casi) derribó un avión

Cuando los enfrentamientos de 1955 (ver “Explosión inexplicable”) los aviones de la Marina pasaban y volvían a pasar por el cielo de Villa Intranquila. Los memoriosos afirman que arrojaron 27 bombas sobre las cercanías del puente carretero (“e nencuna encima de Casa Aznarez”, rezongaba un tano que odiaba a los “gallegos” de este tradicional negocio).

Pero no faltó quien hiciera cara a tanto estropicio. Se cuenta que el sargento de policía Anduelo echó mano de un arcaico fusil de la Comisaría, y cuando pasó uno de los aviones le disparó un chumbo.

El avión siguió su camino, aparentemente intacto. Pero a poco andar, se desprendió de su vientre un objeto negro y ovoide (era una bomba).

El tirador interpretó ese desprendimiento de otra manera. Muy ufano, miró al avión y le espetó:

- Ja… andá ahora… Que te lo peguen con cola!

Desde entonces, “Andá dijo Anduelo, que te lo peguen con cola” ha pasado a ser parte del acervo de frases filosóficas de la localidad. Se la utiliza cuando alguien se jacta de haber logrado algo demasiado grande para sus posibilidades.

viernes, 17 de octubre de 2008

La cacería del loro

La cacería del loro

Villa Intranquila carece de un componente poblacional propio de toda la Patagonia: los turcos. Es decir, los sirio-libaneses que inmigraron a estas tierras en las primeras décadas del siglo XX.

Así pues, para cubrir el faltante, acudimos a un cuento “importado” de otro pueblito.

Trata de un “turco” que, en los ratos libres fuera del horario comercial, salía a cazar en un montecito cercano al pueblo.

En una oportunidad, cuando se había internado en el monte escuchó un confuso ruido en el follaje. Despaciosamente levantó la escopeta y apuntó al lugar de donde provenía el rumor.

Allí había un loro que se había escapado de la casa, y que dijo una de las pocas palabras que solía repetir:

- Noooo…

Respetuoso, le contestó el turco:

- Berdone señor, creí que era bajarito…

Cuestión de documentos

Cuestión de documentos

El cuento no es de Villa Intranquila, pero bien podría serlo. Me narra este sucedido un amigo de una pequeña localidad bonaerense.

El Pulga Pereyra se había separado de su cónyuge. Esta había formado pareja con otro hombre. Todo de entrecasa y sin intervención judicial ni de registro civil. Pero en determinada ocasión el Pulga (cuyo desmedrado aspecto físico justificaba el apodo) se encontró con ella, se pusieron a conversar, y… en fin.

Cuando estaban en un rítmico escarceo, llegó repentinamente el nuevo compañero de la dama. Levantó al Pulga en vilo y comenzó a propinarle sopapos y puñetazos. Como el Mulá con la receta, el Pulga atinó a argumentar:

- Pero vamo’ a los papele’… vamo’ a los papele…

En la literatura oral del pueblo, cuando un tema es discutido y se reclama una prueba documental, se rememora “Vamo a los papele, dijo el Pulga Pereyra”.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Una explosión inexplicable

Una explosión inexplicable

Doña Nadia era una integrante de la inmigración eslava que llegó a los valles de la Patagonia en la década de 1920. Eran en su mayoría ucranianos, pero la gente los llamaba simplemente “rusos” (sin diferenciarlos de bielorrusos como los Kirov, Urbanovich, Vichich...)

Los hombres se dedicaban a la labranza, a la venta de verduras y frutas, al comercio al menudeo. Los Poharczuk, Zilinczuk, Szewczuk, Melniczuk, Savaczuk, Blazejczuk, trajeron de su negra tierra natal una capacidad para el cultivo que demostraron en las chacras frutícolas cercanas a Villa Intranquila. El habla común simplificaba estos apellidos en una terminación “chú”, o un más refinado “chúk”. Hagamos constar que lejos de aislarse, esta gente buscó la integración. No se los escuchaba añorar su patria lejana, e intentaban, mal que bien, manejarse en castellano. Algunas de las mujeres supieron prohibir que en su casa se siguiera hablando en el idioma nativo, para que los chicos no recibieran una doble instrucción que los desconcertara.

Doña Nadia era la esposa del señor Kujtiuk. El matrimonio tuvo dos hijos, Olga y Carlos. “Carlitos Cuchú” (simplificado) era el benjamín de la familia, al que la mamá consideraba un muchacho travieso. De jovencito entró a trabajar como cadete, y luego como empleado, en la mueblería de Palmieri.

La Revolución de setiembre de 1955 (llamada Libertadora por unos y Fusiladora por otros) tuvo uno de sus frentes de combate en Villa Intranquila. Como aquí estaba uno de los dos puentes que conectaban a la Patagonia con el resto del país, las tropas “leales” al gobierno procuraban llegar a esos puentes y seguir hacia Buenos Aires, para defender la capital; en cambio, los marinos “rebeldes” trataban de bombardear el puente para impedir ese traslado de tropas. De hecho, arrojaron 27 bombas en las inmediaciones. Hay varios cuentos pueblerinos en torno a esto.

Un destacamento de soldados “leales” instaló una ametralladora antiaérea en la esquina baldía inmediata a la mueblería. Allí estuvieron hasta que terminó la contienda y se retiraron.

Buena parte de los vecinos se habían refugiado en las chacras, para alejarse de los bombardeos. Al concluir la refriega, volvieron al pueblo. La mueblería reabrió sus puertas, y Carlitos Kujtiuk se presentó a trabajar, como todos los días.

Curioso él, en una recorrida que hizo por el baldío de la esquina, encontró algunos objetos brillantes cuyo uso desconocía. Los guardó en el bolsillo del mameluco.

Dos o tres días después, doña Nadia decidió lavar el mameluco de Carlitos, que estaba algo manchado de cola de carpintería, nogalina y demás.

Como de costumbre, destapó los aros de la hornilla principal de la cocina económica, y allí dio vuelta el mameluco para vaciar los bolsillos, que solían venir con virutas, aserrín y trocitos de madera. Después se fue para el patio, a lavar en el piletón.

La explosión fue enorme. Al calor de las brasas de la Istilart, las balas (de eso se trataba) estallaron; saltaron trozos de hierro negro que llegaron hasta la vereda de enfrente. Humo y polvo formaron una nube en el hogar de los Kujtiuk.

Y doña Nadia salió a la calle, agitando los brazos, desalada, a los gritos:

- ¡Explotó cucina a leña! ¡Explotó cucina a leña!

miércoles, 8 de octubre de 2008

En este bolichito

En este bolichito

Cacho Irigoyen era un excelente mecánico, tan puntilloso y capaz, como quisquilloso.

Era propietario y responsable de un taller muy bien puesto, algunas de cuyas maquinarias y aparejos había inventado él mismo. Siempre le sobraba trabajo, porque era totalmente confiable y dejaba los motores afinados como violines. Sin embargo, jamás se lo vio con el mameluco sucio; y su banco de trabajo parecía un quirófano, por lo inmaculado y ordenado. Administraba además un comercio de venta de repuestos, que a pesar de ocupar poco espacio estaba saturado de estantes prolijamente ordenados, que llegaban hasta el techo, con cientos de artículos. El local de venta estaba junto al taller.

Dije “quisquilloso”: oigamos la anécdota, a ver si es merecido el calificativo.

Un par de viajantes de comercio se había quedado varado en Villa Intranquila; a su auto se le había roto algo, y andaban buscando el repuesto. La marca del auto no era de las más usuales, así que la pieza faltante resultaba difícil de conseguir. Fueron a uno o dos negocios, sin éxito. En una de las vueltas que estaban dando, llegaron hasta la cercanía del local de Cacho. Uno de ellos le comentó al otro:

- Che, y si preguntamos en este bolichito de mierda?
- Bueno, dale.

No se percataron de que el propietario, que en ese momento trabajaba con el portón abierto en el taller contiguo, los había escuchado.

Entraron los dos al comercio, pidieron el repuesto. Cacho buscó en las estanterías. Casi inmediatamente ubicó lo que andaban buscando los viajantes. Lo bajó del estante, lo apoyó sobre el mostrador y se irguió para decir:

- Sí, acá lo tengo… - y cuando ya los forasteros empezaban a alegrarse, completó:
- Pero en este bolichito de mierda no le vendemos a gente mal educada.

(Narrado por un amigo del protagonista.)

martes, 7 de octubre de 2008

En el cementerio; lógica dialéctica de don Enrique

Lógica dialéctica

El célebre intendente don Enrique Sosa (aquel que disfrutaba de su cargo porque le permitía salir a dar vueltas con el camión de la comuna) estaba haciendo una visita de inspección al cementerio municipal.

Le disgustó ver el yuyal desaforado, lápidas desplomadas, letreros borrosos, plantas medio secas... No pudo contenerse y prorrumpió en un reproche al encargado de la necrópolis:

- Pero m’hijo, esto no puede ser… A ver si arregla un poco esto… ¡No es vida la que llevan los pobres muertos!

(Atribuido a don Enrique Sosa. De circulación general.)

Martes, 9 de la mañana; o relatividad del tiempo, 3

Martes, 9 de la mañana…

Este cuento filosófico se refiere también a la relatividad de las percepciones del tiempo según la idiosincrasia de cada uno – ejem.

Érase un célebre vago de la localidad que estaba conversando una mañana con un amigo, después de un fin de semana largo. De pronto miró el reloj y reflexionó:

- Maaartes… nueve de la mañana… la semana está perdida.


(Atribuido al Sr. R., de circulación general.)

La mayonesa y la relatividad de las estadísticas


(En la imagen, la plaza Rivadavia, en el centro de la ciudad de Bahía Blanca.)
Hellmans y la relatividad de las estadísticas

Un jovenzuelo de Villa Intranquila se fue para Bahía Blanca en la década de 1960, con intención de estudiar en la Universidad.

Como la familia no podía sostenerlo allí, el muchacho buscó empleo. Y encontró una ocupación con horarios flexibles, que le permitía ganarse unos pesos con cierta comodidad: se contrató como encuestador. Por ese entonces aparecían nuevas marcas de artículos de consumo, y a las empresas les interesaba establecer si la gente identificaba sus productos.

A Lucho, tal el nombre de este muchacho, le tocó indagar acerca de las marcas de mayonesa. El primer día fue registrando cuidadosamente las respuestas de las amas de casa que lo atendían. Cuando regresó a la central de la empresa encuestadora, entregó muy ufano las planillas. En ellas podía apreciarse que en la mayoría de los hogares se consumía mayonesa “Gérman” (así había escrito él, al escuchar por primera vez la marca Hellmans).

- Se me rieron un buen rato, claro. De modo que al día siguiente traté de ser más prolijo y anoté: “Jel Man”.

Otra vez volvieron a reírse de él. Molesto, Lucho inventó una solución que salvó su orgullo, sacrificando la verdad estadística:

- Desde el tercer día en adelante, la mayor parte de los que encuesté aparecieron eligiendo la marca Fanacoa.


(Narrado por L. Pinta al compilador.)

domingo, 5 de octubre de 2008

Enriquezca su vocabulario: "dirige"

(En la foto, la estación Río Colorado del Ferrocarril Sur. Construida en 1899).


Enriquezca su vocabulario: "dirige"


Aquel ferroviario le comentaba a un compañero de tareas:

- A Fulano lo llevaron de urgencia a Bahía, che. Parece que tiene un problema acá /se señalaba el esófago/ y por eso, come y come pero devuelve todo, no lo dirige.

- No lo digiere, querrás decir - intervino el otro. Y el primero responde, con cierto fastidio:

- Bueno... vos también... ponele h, pero no dirige.

(Narrado por Orlando Piccirillo, 1982.)

Óscar Junca decide dónde comer


(En la imagen, una pintoresca callecita de La Adela, localidad ribereña pampeana frente a Río Colorado. Al fondo se ve la "barda" - es decir el borde de la terraza fluvial norte del río.)


Óscar Junca decide dónde comer

Si existiera un Nobel del humor repentino, Óscar Junca lo habría merecido. Digo y escribo así el nombre, como palabra grave, porque así lo llamaba la gente. Por otra parte veo que en otros países de América Latina, es corriente y bien vista la pronunciación “Óscar”.

El Óscar fue durante años Juez de Paz de La Adela – y de todo el extenso departamento Caleu Caleu, en la provincia de La Pampa, acá enfrente cruzando el río. Una vez los militares lo echaron, alegando que le habían encontrado desprolijidades tales como actas de matrimonio hecha a lápiz. El se defendía “Y… los casé en borrador, por si se arrepentían.” Vuelta la democracia, lo eligieron de nuevo Juez por gran mayoría.

Cuando se hacía el Censo Nacional, seguro que al Óscar le tocaba ser censista en la zona rural. En su auto recorría los campos y cumplía con la tarea.

Todo censista precavido calculaba en qué campo le convenía estar cerca de mediodía. Por ejemplo, de este lado, en Río Negro, buscaría hallarse en lo de Irazábal, o lo de Albizúa, o lo de Soulé, porque seguramente habría unos pavos o un buen asado a las brasas.

Claro que no siempre los cálculos previos resultaban. En esta oportunidad, narraba el Óscar, había ido a dar, cerca de las 11, a un campo donde la señora mayor de la casa estaba amasando tallarines. Posiblemente aquejada por un resfrío, dos por tres se le deslizaba un hilo de moco (perdón) cuesta abajo, con peligro de precipitarse en la masa. Ella respiraba hondamente y absorbía de nuevo al fugitivo en su nariz. Con este ritmo y sonido, se desarrollaba la tarea culinaria.

Hospitalaria, la señora le preguntó al censista y juez:

- Y don Óscar, espero que se quede a comer acá, no? Lo invitamos… ¿O tiene pensado seguir para lo de N (los del campo vecino)?

La respuesta fue cauta:

- Y doña, según dónde caiga…




(Narrado por Óscar Junca, 1981).

Horario comercial: diferencia entre mañana y tarde


(En la foto: calle Yrigoyen. Dos cuadras más allá, camino al río, estaba el negocio del protagonista de este cuento. Agradecemos la colaboración del perro de la foto.)


Horario comercial: la mañana y la tarde

Juancho González había abierto una carnicería con mercadito anexo. Parece que no le iba muy bien, pero al menos tenía en claro la diferencia de ritmo comercial en distintos horarios:

- ¿Qué tal, Juan, cómo va ese negocio?
- A la mañana no entra nadie, che. No pasa una m….
- ¿Y a la tarde?
- Y… a la tarde siempre merma un poco.

También ha quedado en Villa Intranquila esta frase hecha “A la tarde siempre merma un poco.”

(De circulación general. Narrado por Emilio Néstor Albizúa.)