lunes, 29 de septiembre de 2008

Relatividad del tiempo; los minutos


(Una hermosa foto por Nani Prieto: "En la vía".)

SI SON MINUTOS, ESPERO


Se atribuye este cuento filosófico a don Domingo Bullo, hombre laborioso que se ocupaba de transportar encomiendas y bagajes en los tiempos del tren. Su trabajo consistía en esperar la llegada de los trenes (los cargueros, o el Zapalero), recoger los bultos que venían en ellos, y llevarlos en una gran carretilla a los comercios del pueblo a los que estaban destinados.

Don Domingo tenía una costumbre que era más bien un automatismo. Preguntaba siempre con qué demora venía el tren. Y fuere cual fuere la respuesta, se sentaba a esperarlo. Atentos a esto, los empleados le prepararon una broma.

Aquel día llegó a la estación, saludó y preguntó:

- Y, qué tal viene el Zapalero? Con mucha demora?
- Dos mil ochocientos noventa y siete minutos de demora, don Domingo.
- Ah, bueno… Si son minutos, espero!

Ahora, ante la posibilidad de una espera prolongada, surge en Villa Intranquila la frase "si son minutos, espero", aunque no se tenga presente cuándo y cómo se originó.

(De circulación general. Contado por Coco Ongaro, 1981; recordado por Valentina Minieri.)

Relatividad de las estadísticas

Las dudas acerca de la validez de los índices y estadísticas no han nacido en estos días.

En 1968, por motivos que no hace al caso explicar, caímos con unos amigos a hora temprana de la mañana en Algarrobo (estación Juan Cousté) a mitad camino entre Río Colorado y Bahía Blanca.

Teníamos que comenzar a trabajar a eso de las 9 en la Biblioteca Popular. Pero eran apenas las 8, de modo que nos dedicamos a dar vueltas por el pueblo. Como suele ocurrir, comenzamos a opinar sobre la cantidad de habitantes que tendría el pueblo.

En medio del debate, vimos a un policía que andaba de recorrida. Pensamos que podríamos conseguir datos ciertos de una fuente oficial, de modo que lo abordamos, y tras saludar, le hicimos la pregunta.

Nos miró muy seriamente y nos respondió, mientras meneaba la cabeza a un lado y otro:

- Noooo... eso no se puede saber.

Temiendo haber amenazado algún secreto de Estado (eran tiempos del onganiato, y había que andar mirando para los costados), seguimos pendientes de la explicación del agente:

- Porque imaginesé... usted saca la cuenta, bueno. Pero después nace uno, se muere otro, hay gente que se va... y ustedes nomás son cuatro que vinieron hoy... Así que no, no se puede saber.

(Un recuerdo personal del recopilador.)

viernes, 26 de septiembre de 2008

Se lo facturé...

Almacén de ramos generales en Villa Intranquila.


En uno de los cuentos del Mulá, este se ríe del buitre que le ha arrebatado el pedazo de carne que él llevaba para su almuerzo:

-Ja… tendrás la carne, pero yo me quedé con la receta…

Don Alonso Criado, numen contable de Casa Aznarez, fue también el autor de una sentencia que ingresó en los anales de la filosofía de Villa Intranquila:

- Coño mira, ese Fulano… jé, nunca me pagó el apero… pero bien caro se lo facturé!

(Cuento de circulación general. Narración de Emilio Albizúa).

Tácticas comerciales. Diecisiete por uno.

(Otra casa de Ramos Generales, que ha seguido hasta hoy: Casa Aznarez)


Don Nicasio López era uno de los socios copropietarios de un importante negocio local de ramos generales (Alonso y López).

Era hombre muy cuidadoso del centavo. Por eso, pasó horas de angustia cuando cierto día, al cierre de la jornada, al realizar el recuento ocular de la mercadería, comprobó que faltaba una pechera. Él sabía que a alguien se la había vendido (en cuenta corriente, como se acostumbraba en aquellos tiempos en que los negocios de este tipo financiaban a largo plazo); pero no recordar con cuál de los clientes había hecho la venta.

Pasó buena parte de la noche desvelado, sin lograr recordar al deudor. Pero a la mañana tuvo una inspiración. Dispuso que a todos los clientes con cuenta corriente se les agregara en su resumen mensual “una pechera… pesos tantos”. Primo Severini, a la sazón empleado allí, fue quien hizo las facturas.

Cuando alguuno vino a objetar el resumen, don Nicasio se apresuró a pedirle disculpas “Hombre, perdona, se me ha escapao mira...”

Pero el empresario pudo evitar la pérdida que tanto temía. Dicen que con algo de picardía confesaba que salvo ese único cliente, todos los demás pagaron sus resúmenes de cuenta sin reclamar. Otros señalan que la pechera fue cobrada 17 veces; para otros informantes de confianza también, más de treinta. Pero quién sabe; a veces la gente exagera.

(Cuento de circulación general. Narración de Emilio Albizúa; agradecemos datos de Liliana y Eduardo López.)
...

De carne ya estamos cansados

La señora había venido al pueblo con su marido. Él tenía que atender unos negocios de embarque de ovejas o venta de lanas, o algo así.

Llegaron a la mañana, y tomaron una habitación en el Hotel Comercio. Luego de refrescarse y sacarse un poco de encima la tierra del camino, se les hizo el mediodía y fueron a almorzar en el comedor del Hotel.

Instalados que estuvieron ante la mesa, el dueño del Hotel, Don Aroldo Albarracín, les presentó verbalmente el menú:

- Bueno para hoy tenemos puchero, milanesa con papas fritas o ensalada, churrasco, peseto al horno con papas…

La dama visitante miró al hotelero, y con el meñique levantado en su mano derecha, le señaló:

- Ay Aroldo, mejor a mí tráigame peseto. Porque de carne, en el campo ya estamos cansados…

(Aclaremos: este Albarracín había sido inscripto así: "Aroldo" sin h, por un juez de paz que había decidido prescindir de esa letra muda.)

(Narrado por Juan Antonio Albarracín)

Relatividad del tiempo y actualidad del deseo

Cruzando las vías (foto de Nani Prieto)


En Villa Intranquila hubo un vecino que ya en los años 30 tenía muy en claro eso de la relatividad del tiempo. Según los dichos, era un señor Camiletti.

Se había casado, y junto a su flamante esposa tenía que esperar la llegada del tren que los iba a llevar a Buenos Aires. Este iba a llegar a la madrugada, de modo que la pareja ocupó una habitación en el Hotel para esperar el momento de embarcarse. Faltarían dos o tres horas para que llegara ese momento.

Lo que no sabían los recién casados era que, a través de una claraboya abierta, varios amigos y conocidos que tomaban su copita nocturna en el bar del hotel, escuchaban el nervioso diálogo. Para mejor entender el relato, señalemos que ya había pasado la hora 24. Técnicamente, podía afirmarse que había empezado otro día.

(Él) – Y dale, vámonos a la cama…
(Ella) – Ay no, todavía no, mejor mañana…
(Él) - Pero querida, ¡mañana es hoy!

(Contado por Juan Villalba).

jueves, 25 de septiembre de 2008

Enriquezca su vocabulario: intermitentemente


(Hermosa foto de las vías en la estación Río Colorado, por Nani Prieto).

Este cuento circula entre los que fueron ferroviarios (cuando Villa Intranquila era un "pueblo del tren", en un país de trenes).

Salió de la estación Río Colorado una cuadrilla en la zorrita, para hacer una reparación por allá en la vía que lleva hacia Algarrobo.

En la cuadrilla iba un peón muy cumplidor, el Ñuls, así llamado porque a raíz de un accidente se le había quemado parte de la cara, y había quedado muy rubicundo de ese lado. Del otro, mantenía su color oscuro natural. De ahí el apelativo, por su semejanza con los colores del club Newell's Old Boys.

Al Ñuls le tocaba atender a las comunicaciones con la estación (con Control, en lenguaje ferro). Llegado al lugar donde se haría el trabajo, conectó el teléfono móvil al cable de telégrafo, y fue comunicando las novedades. Pero en determinado momento, uno de los peones se retobó y no hizo caso a la orden del jefe de la cuadrilla. Aprovechando una palabra aprendida poco antes, el Ñuls informó:

- Atento control, control, controlito... Avisamos que el auxiliar Fulano se niega a realizar su trabajo. Se niega ... intermitentemente!

(Contado por Orlando Piccirillo).

Enriquezca su vocabulario: "al dorso"




(En la foto, el protagonista de esta historia luce orgulloso su uniforme policial.)




Aquel hombre de campo, prácticamente analfabeto, había estado años como agente en la Comisaría de Villa Intranquila. Por su fisonomía (era un poco bocón) le habían endilgado el apodo Trompa de Pito. Su apellido parece haber sido Villafañe.

TdP era un agente escrupuloso, cumplidor y atento con las personas. Un comisario, atento a sus buenas cualidades, pidió y obtuvo que la Jefatura de Policía del Territorio lo ascendiera a cabo.

Llegado el pliego del ascenso, convocó al ascendido a su oficina, le leyó la resolución, lo felicitó, le estrechó la mano y a continuación le pidió cumplir un requisito para culminar con el trámite:

- Ahora tiene que firmar el pliego del ascenso.- Y como viera que TdP iba a estampar la signatura en cualquier lado, lo previno:

- No, ahí no, hombre. Al dorso! - El flamante cabo miró al comisario con cara de no entender. Entonces este le aclaró:

- Al dorso; quiere decir, atrás.

El cabo firmó (estampando una cruz) en la parte indicada del papel.

Ese domingo le tocaba guardar el orden en un partido entre Defensores y Atlético. Como de costumbre, iba recorriendo la línea tras la cual debía estar el público para no invadir la cancha. Y por si acaso, les avisaba:

- Al dooorso... corriéndose al dorso...

(Autor anónimo, circulación generalizada).

Coherencia

Coherencia

Es una lástima que Julio Oscar “Cacho” Malvino no se haya dedicado a escribir. Habría sido autor de excelentes textos, entre humorísticos y satíricos. Pero bastante trabajo ha tenido fotografiando a la gente de esta Villa Intranquila, desde hace más de medio siglo. De todos modos, Cacho es autor de una literatura oral digna de conservarse. Aquí una muestra de su ingenio:

“Cuando iba a la escuela, mi chico tenía enormes dificultades con la ortografía. Cuando comenzó el primer año de secundario, trajo su primera prueba escrita, y vi que le habían descontado un punto por los errores. Lo pensé, lo llamé y le dije seriamente:

- A ver, Guillermo, hablemos de hombre a hombre. ¿Qué letra te gusta más, la b larga o la v corta?
- La b larga, papá.
- Bueno, a partir de ahora, usá solamente la b larga. Así, al menos vas a acertar la mitad de las veces.”

(Narrado por J.O.M.)

Conservemos las instituciones

Conservemos las instituciones

Aquel buen señor del campo se había separado de su esposa, tras varias infidelidades de ella. Después conoció a otra dama, y pensó que con ella podría rehacer su vida, como suele decirse. Reunió a los hijos en torno a la mesa familiar, y les planteó la idea:

-Bueno hijos, yo pensaba juntarme con /aquí el nombre de la dama/.

Envarado y solemne, el hijo menor le hizo saber su opinión con una frase que ha pasado a ser parte del acervo filosófico local:

-Mire papá, p… por p…, me quedo con mamita.

Cuando alguien en el pueblo dice “me quedo con mamita”, todos entienden: más vale conservar lo que se tiene. (Cuento de circulación generalizada.)

El Mulá y el bombero


No hay fórmulas para el saber. Nasreddin y el bombero.

Uno de los grandes temas de los chistes de Nasreddin es la insuficiencia del saber formulario. El que quiera reducir el Conocimiento a una receta, seguramente quedará en ridículo.

Un cuento del Mulá y otro de Villa Intranquila (es decir, Río Colorado) sirven para abonar el postulado.

En la aldea del Mulá esperaban la visita del poderoso Sultán. Como creían que Nasreddin era el más preparado, le encomendaron recibir al mandamás y dialogar con él. Lo instruyó uno de los servidores, que había venido antes para preparar la visita: “El Sultán siempre hace tres preguntas, en el mismo orden. Comenzará preguntándote tu edad. Luego querrá saber cuánto hace que vives en la aldea. Y finalmente, preguntará si prefieres su proceder en los asuntos temporales o en los espirituales.” El Mulá grabó en su mente las instrucciones, y se pasó un buen rato recitando las respuestas en el orden debido.

Cuando llegó el Sultán, vio que Nasreddin se inclinaba ante él. Puesto a charlar, se le ocurrió cambiar el orden de las preguntas:

- Cuánto hace que vives en esta aldea?
- Cincuenta años, Majestad.
- Y qué edad tienes?
- Diez años, mi señor.
- ¿Quién es el loco, yo que escucho esto, o tú?
- Ambos, mi señor.

En Villa Intranquila sucedió algo parecido. Y como el cuento tiene que ver con bomberos, dejamos constancia de que en nuestro pueblito hay un excelente cuerpo de voluntarios, desde los años 1930.

Sucede que un inspector provincial (cuyo apellido queda para el final, por motivos que ya se apreciarán) vino a conocer el cuerpo, evaluar su trabajo y demás. Como parte del ritual de la visita, el Jefe hizo formar al personal, para presentarle uno por uno a los integrantes del cuerpo.

En estas presentaciones se sigue un orden inalterable. El bombero local choca los talones, tiende su mano derecha hacia adelante y dice “Encantado, Fulano” (dando su apellido) y el visitante tiende su diestra y responde “Encantado, Mengano” mencionando el suyo propio.

No sé si alguien había previsto lo que sucedió esta vez, con motivo del apellido de uno de los bomberos del pueblo. Al llegar el inspector hasta este bombero, el diálogo fue como sigue:

- Encantado, Concha.
- Encantado, Lavezzo.

(Contado por Verónica M.)

Desgracia con suerte


(En la imagen: Villa Intranquila, el río y las chacras desde el aire).


Desgracia con suerte

“Cuando fallezió el finao tata, que-Dioz-lo-tenga-en-zu-zanta-gloria, la familia era muy pobre. No había plata como pa’llevarlo a una pompa fúnebre. Así que el velatorio se hizo en caza nomáz. Rezulta que estábamos dezocupando el comedor pa’hazer lugar, y no va que cuando corrimos el aparador grande, ¡aparezió la tijera e’tuzar! Hazía como ziete años que no la encontraban; pareze que había quedado atrancada entre el aparador y la pared. Por ezo digo yo, qué verdadero eze dicho, desgrazia... con zuerte!”… (Transmitido por Miguel Ángel Martínez; atribuido al Sr. V.)

El saber del común


Filosofía pueblerina
El pensamiento común, en chistes y en historias


Al igual que el maestro Antonio Machado, entre el común y los señoritos, estamos del lado del común. (Él decía "no he pasado de ser folk-lorista, aprendiz a mi modo del saber popular").

Hay un riquísimo pensamiento del común, que se expresa en formas tan accesibles como divertidas. Los cuentos, chistes y apodos que se utilizan en los pueblos transmiten parte de ese pensamiento. Como las antiguas leyendas, los apólogos del Mulá Nasrudin, los Cuentos del Loro o las djatakas budistas, estos relatos se parecen a las cerezas: bajo un exterior brillante y colorido, transportan tiempo abajo la simiente de un sentido perdurable.

Aquí les acerco algunos relatos y chistes que escuché en Río Colorado, pueblo del noreste rionegrino. Comprobarán que a a veces coinciden con los que se atribuyen a otros personajes, en otros lugares del mundo. En cambio, los hay plenamente locales, al menos en su ropaje.
(Imagen: Antonio Machado. Viñeta de Ramón Gaya.)