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El Colorado C. tenía fama de ser algo exagerado. Generalmente les relataba a sus conocidos de la Villa los negocios que llevaba a cabo en los mercados internacionales, sus relaciones con lo más granado del capital y la política, y cosas por el estilo. Personalmente lo escuché narrar, sin que se moviera uno de sus rojos cabellos, que le habían encargado comprar terneros y vaquillonas en los campos que rodean a Villa Intranquila para abastecer a las carnicerías… de Curaçao. Todavía hoy me pregunto si acaso aquello no sería verdad. Y cuando pretendieron desalojarlo de su vivienda por una cuestión de dinerillos impagos, hizo gala de su relación con el Ministro del Interior – por entonces un tal Harguindeguy.
Así pues, cuando en cierta ocasión se divulgó la noticia del hallazgo en Italia de un Stradivarius que había estado oculto, y cuyo valor ascendía a una tracalada de dólares, alguien comentó el hecho en presencia del Colorado. Ni lerdo ni perezoso, el hombre salió al cruce:
- Mirá vos… años que tenía un violín ahí en casa, arriba del ropero. Ni me acordaba. Pero con esto que salió en el diario, digo, la pucha, voy ayer y miro, y era de esa marca también…
Así pues, cuando en cierta ocasión se divulgó la noticia del hallazgo en Italia de un Stradivarius que había estado oculto, y cuyo valor ascendía a una tracalada de dólares, alguien comentó el hecho en presencia del Colorado. Ni lerdo ni perezoso, el hombre salió al cruce:
- Mirá vos… años que tenía un violín ahí en casa, arriba del ropero. Ni me acordaba. Pero con esto que salió en el diario, digo, la pucha, voy ayer y miro, y era de esa marca también…
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