...
Ahora que se avecinan las elecciones, brindaremos un servicio especial a los candidatos sin distinción de rótulo ni pelaje, explicando el axioma que da título a este relato.
Comenzaremos aludiendo a la noble historia de las bolas, para luego pasar a los huevos.
El uso de las bolas con fines cinegéticos y bélicos parece ser un rasgo exclusivo e identitario de la argentinidad, desde un principio. En efecto, el arcediano Martín del Barco Centenera, en su largo y a veces ripioso poemón “La Argentina o conquista del Río de la Plata”, nos señala en versos dignos del Carlos Argentino Daneri, dueño él del punto Aleph... y de la chica del relato:
Tan sueltos y ligeros son, que alcanzan
corriendo por los campos los venados,
tras fuertes avestruces se abalanzan ((3475
hasta dellos se ver apoderados;
con unas bolas que usan los alcanzan
si ven que están a lejos apartados,
y tienen en las manos tal destreza
que aciertan con la bola en la cabeza.
No creo que muchos compatriotas contemporáneos puedan lograr con las bolas esta puntería de que hacían gala los charrúas.
Las bolas o boleadoras sirvieron también para convencer a algunos conquistadores acerca de la necesidad de mayor diálogo intercultural. Claro que los mosquetes, los perros de presa y las ballestas de los evangelizadores armados fueron más convincentes.
Pero lo que no estaba previsto por don Martín fue el uso de los huevos en las contiendas electorales. Voy al relato.
General Conesa, localidad no lejana de Villa Intranquila, era en los años que siguieron a 1983 un bastión del peronismo. Pero sucedió que en una de esas campañas un candidato local, Mariano “Chiche” Palomar, radical él, arrasó a los contrarios.
La estrategia de Chiche consistió en ponerle huevos a la campaña.
Aficionado a la cría de gallináceas, solía ir a las exposiciones de aves de Buenos Aires para comprar ejemplares de pedigree. Supo allí que los criadores desechaban cantidades de huevos de esos ejemplares finos, para no saturar el mercado. Charlando con uno y otro, Chiche logró que le regalaran cierta cantidad de esos huevos. Hay que decir que sus dotes para la comunicación lo ayudaron en esto.
En el pueblo, se dedicó a visitar a las señoras mayores que en los barrios eran las principales votantes del peronismo. Sin incursionar en temas electorales, tan sólo les señalaba que podrían mejorar los resultados de las incubaciones de sus gallinas. “Yo le voy a traer algunos huevos, doña. Pruebe y después me dice.”…
A Chiche lo reeligieron varias veces como intendente. A tal punto que alguna vez confesaba “Tengo que irme de la intendencia. Ya van doce veces que tengo que buscar discurso para el 25 de mayo, y veo que me empiezo a repetir.” Después fue legislador también.
Moraleja de este cuento para aspirantes a cargos electivos: … … … (llenar la línea de puntos).
Tan sueltos y ligeros son, que alcanzan
corriendo por los campos los venados,
tras fuertes avestruces se abalanzan ((3475
hasta dellos se ver apoderados;
con unas bolas que usan los alcanzan
si ven que están a lejos apartados,
y tienen en las manos tal destreza
que aciertan con la bola en la cabeza.
No creo que muchos compatriotas contemporáneos puedan lograr con las bolas esta puntería de que hacían gala los charrúas.
Las bolas o boleadoras sirvieron también para convencer a algunos conquistadores acerca de la necesidad de mayor diálogo intercultural. Claro que los mosquetes, los perros de presa y las ballestas de los evangelizadores armados fueron más convincentes.
Pero lo que no estaba previsto por don Martín fue el uso de los huevos en las contiendas electorales. Voy al relato.
General Conesa, localidad no lejana de Villa Intranquila, era en los años que siguieron a 1983 un bastión del peronismo. Pero sucedió que en una de esas campañas un candidato local, Mariano “Chiche” Palomar, radical él, arrasó a los contrarios.
La estrategia de Chiche consistió en ponerle huevos a la campaña.
Aficionado a la cría de gallináceas, solía ir a las exposiciones de aves de Buenos Aires para comprar ejemplares de pedigree. Supo allí que los criadores desechaban cantidades de huevos de esos ejemplares finos, para no saturar el mercado. Charlando con uno y otro, Chiche logró que le regalaran cierta cantidad de esos huevos. Hay que decir que sus dotes para la comunicación lo ayudaron en esto.
En el pueblo, se dedicó a visitar a las señoras mayores que en los barrios eran las principales votantes del peronismo. Sin incursionar en temas electorales, tan sólo les señalaba que podrían mejorar los resultados de las incubaciones de sus gallinas. “Yo le voy a traer algunos huevos, doña. Pruebe y después me dice.”…
A Chiche lo reeligieron varias veces como intendente. A tal punto que alguna vez confesaba “Tengo que irme de la intendencia. Ya van doce veces que tengo que buscar discurso para el 25 de mayo, y veo que me empiezo a repetir.” Después fue legislador también.
Moraleja de este cuento para aspirantes a cargos electivos: … … … (llenar la línea de puntos).
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