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Villa Intranquila es un pueblo chico. Por lo cual uno se entera de los decires e intimidades de casi todo el mundo. Vencemos nuestros pudores, para proclamar, atentos al deber de informar el soberano, que ha llegado el momento de compartir los comentarios entre jóvenes varones que se refieren a la sexualidad femenina.
Es cierto que a veces carecen de conocimientos específicos, y por consiguiente no manejan la terminología adecuada. Pero los muchachos le ponen voluntad. Y no por eso se vuelven “afemeninaos” como dijera don Ramón Ustáriz.
Estas frases han sido escuchadas en conversaciones de muchachos de la Villa. Pensamos que algunos términos se contaminan con la vida rural y el entorno inmediato. Por ejemplo, el tractor Zétor es un elemento de trabajo muy conocido en las chacras; no es raro que lo confundan con el clítoris. Y la numerosa familia Ovando, de pobladores venidos de Chile, constituye una conspicua presencia en la Colonia.
Las frases son verídicas. Lo sostenemos hasta con la mano en el fuego exclusive (dijera un maestro de maestros):
- Y viste, ella jode con el clítor, el clítor ese...y dale con el clítor… pero yo nunca lo ví al clítor.
- Que no quería que le ande tocando la banquina. Y qué sé yo dónde es la banquina… será la zanja, digo.
- Me fui hasta Bahía el fin de semana, para /…/ con ella vistes. Y resulta que me dice que no, que no podía, que le dolían los Ovandos.
Estas frases han sido escuchadas en conversaciones de muchachos de la Villa. Pensamos que algunos términos se contaminan con la vida rural y el entorno inmediato. Por ejemplo, el tractor Zétor es un elemento de trabajo muy conocido en las chacras; no es raro que lo confundan con el clítoris. Y la numerosa familia Ovando, de pobladores venidos de Chile, constituye una conspicua presencia en la Colonia.
Las frases son verídicas. Lo sostenemos hasta con la mano en el fuego exclusive (dijera un maestro de maestros):
- Y viste, ella jode con el clítor, el clítor ese...y dale con el clítor… pero yo nunca lo ví al clítor.
- Que no quería que le ande tocando la banquina. Y qué sé yo dónde es la banquina… será la zanja, digo.
- Me fui hasta Bahía el fin de semana, para /…/ con ella vistes. Y resulta que me dice que no, que no podía, que le dolían los Ovandos.
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