jueves, 4 de diciembre de 2008

Entre próceres, no se van a andar sacando las guirnaldas


Foto: parte central de la Plaza San Martín, con el busto del Libertador.


En esos tiempos una plaza era cuidada por un placero y no por un organigrama; y Villa Intranquila contaba con un eficaz cuidador del espacio verde situado en el centro. Denominado Plaza San Martín, este espacio ocasionaba bromas de los visitantes foráneos, porque estaba rodeado por un alambrado de rombos, tipo gallinero, y tenía tranqueritas para que uno ingresara. (Había que explicarles a los burlones que, de no haber cercado, cada dos por tres algún caballo irreverente se habría metido a comer flores y hojas verdes, y a dejar sus recuerdos esparcidos.)

El placero, de apellido Maccarone, desempeñaba además otras tareas. Era un poco el “uomo universale” de la Municipalidad. Entre sus labores añadidas, estaba la de disparar las bombas de estruendo, encendiéndoles la mecha con la brasa de su toscano, en las grandes ocasiones; también le correspondía preparar la plaza con la debida decoración cuando se venía un acto patrio. Hoy por hoy, don Maccarone podría haber sido, lo menos, Subsecretario de Ornamentación, Actos Patrios y Protección de Plaza.

Aquella vez tuvo que disponer los adornos para el Día de la Bandera, que por esa necrofilia propia de los argentinos se conmemora el 20 de junio, fecha de fallecimiento de Manuel Belgrano, creador del símbolo. (Como dijo una maestra nerviosa en el discurso, “Hoy festejamos la muerte del General Belgrano”).

Don Maccarone armó todo como es debido. En el centro de la plaza, sobre el cuerpo del monumento de San Martín, puso una guirnalda oval, en cuyo centro ubicó el retrato del prócer.

Todo hubiera estado muy bien, de no ser porque en lugar de la efigie de Belgrano, el público vio otra cosa. Desde el interior de la guirnalda ovalada los contemplaba el mofletudo rostro de Domingo Faustino Sarmiento, con cara de pocos amigos, como acostumbra.

Alguien le hizo notar el yerro al placero. Pero este, bonachón, quiso darle una lección de historia patria al irreverente entrometido:

- Eh… no hay problema… eran amigos!

(De circulación general, narrado por MEP).

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