Me la contaron así: en Viedma, ante el Centro Cultural (hermoso edificio situado en la Costanera) y como parte de ese conjunto, se decidió instalar una hermosa estatua de un fornido varón, que representa al Trabajo. (Esperamos que algún amigo de este espacio traiga a colación el nombre del escultor, que por cierto se lució con la obra.)
Por esas cosas de los cambios de gobierno, para cuando la estatua estuvo lista el nuevo intendente, que había sido designado por militares, consideró que algunas de las partes a la vista (de la estatua) constituían una ofensa a la moral. Se le encomendó entonces, no sé si al escultor del original o a algún idóneo, que revistiera las virilidades del Trabajo con una especie de calzoncillo de bronce. Así quedó hasta hoy.
Mientras vivía en Viedma, observé que cada dos por tres algunos traviesos pintaban un pene y dos testículos sobre el calzoncillo de bronce. Recubierta que era la pintada por la cuadrilla municipal, con la correspondiente pintura verde oliva, que por cierto abundaba, al otro día o al poco tiempo la mano de los restauradores volvía a hacer su trabajo de vindicta estética.
Por esas cosas de los cambios de gobierno, para cuando la estatua estuvo lista el nuevo intendente, que había sido designado por militares, consideró que algunas de las partes a la vista (de la estatua) constituían una ofensa a la moral. Se le encomendó entonces, no sé si al escultor del original o a algún idóneo, que revistiera las virilidades del Trabajo con una especie de calzoncillo de bronce. Así quedó hasta hoy.
Mientras vivía en Viedma, observé que cada dos por tres algunos traviesos pintaban un pene y dos testículos sobre el calzoncillo de bronce. Recubierta que era la pintada por la cuadrilla municipal, con la correspondiente pintura verde oliva, que por cierto abundaba, al otro día o al poco tiempo la mano de los restauradores volvía a hacer su trabajo de vindicta estética.
1 comentario:
La versión más difundida en Viedma es que como la estatua se debía inaugurar durante el gobierno provincial de facto de Roberto Vicente Requeijo (general R.E.),que vivía en la residencia oficial con su señora madre, ésta se horrorizó por la indecencia de la obra y mandó a su hijo a poner en resguardo los aireados genitales. Lo que el obediente general cumplió, originando la sorna popular, que dura hasta hoy.
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