(Un momento de la doma, en una hermosa foto de Nani Prieto.
Pero no exageremos: este no era el redomón de Martín Fierro.)
Las exageraciones de don Valdés
La exageración es un género muy poblado de la literatura oral. En el cultivo de este género, se nos trasluce, creo, una herencia andaluza.
Hay frases que aparecen como signo de la exageración: “le aseguro que”; “fulano no me va a dejar mentir” (citando a un testigo generalmente ausente); “y usté no va’creer, pero”; “yo lo ví con estos ojos”; “estaba el finao Mengano, que todavía me decía”; “no le quiero decir”, “qué le digo que…”; "y si no, vaya y pregúntele a..."; "y sin exagerar le digo"... Cuando se combinan dos o más de estas frases, es porque el bolazo es muy grande.
Como suele suceder, cuando un personaje del pueblo cuenta algunas exageraciones, ya se le atribuyen otras más desmedidas. Y así el ingenio va haciendo crecer estas colecciones.
Hoy traemos una selección de las exageraciones de don Valdés, a quien hemos mencionado ya como pensador, en aquel relato de la “desgracia con suerte”. En los ratos libres, parece que cultivaba este género. Y lo que no dijo, se lo atribuyen.
La heladera usada, 1
“Compré una heladera usada, porque alguna comodidá en la casa tiene que tener la patrona, ¿no? Con toda una vida de trabajo... Así que la compré. Y uno pensaba bueno, usada, no ha de ser tan buena como si está nueva. Pero fíjese que esta heladera ha salido… de lo mejor! Con decirle que no tenía puerta, así que yo le puse una cortina de bolsa para que no esté abierta. Y sin embargo, de tanto frío que da, me reventó los sifones que le había puesto en el estante de abajo.”
La heladera usada, 2
“Y vio, la tengo afuera la heladera, porque no entraba en casa. Está a la salida, como quien va a la quinta. Pero si será buena esa heladera… imagínese los otros días, con el calor que hacía… Y no voy y me descuido, dejo la bolsa descorrida – la que hace de puerta. Para cuando me quise acordar, el aire frío me había helado toda una hilera de plantines de tomate.”
El chapeao famoso
“Y con los años, vio, y la gente que uno le da una mano, te traen un regalo de agradecidos que son. Y por eso tengo recados, y un montón de prendas, y mates de plata y facones, y lo que se le ocurra. Pero este recao, este… era especial… era el chapeao de Martín Fierro. Sí, como le digo, de Martín Fierro. Y me lo quiso cambiar Pilotti por el auto que él tenía, la cupé Fuego. Pero mire que yo voy a ser tan sonso, noooo…”
El censo de los perros
Don Valdés buscaba que lo contrataran para hacerse cargo del servicio de perrera municipal. Sus argumentos ante el funcionario comunal:
“Mire don, en Buena Parada, já, hay más perros que cristianos. Yo he contao, porque hice como un censo, vio… setecientos doce perros. Y no le quiero decir en Luis Beltrán, ahí sí que había perros. Cuando me contrataron, había dos mil perros sueltos en la calle…”
(Un rasgo de este género es que, cuando empieza uno a exagerar, cada episodio tiene que ser más grande que el anterior. Si no, es que se está achicando.)
“Y en Cipolletti, cuando fui a hacerles el trabajo el año pasado. A ver… diga un número… no, no, anímese, tire un número… Já! Diecisiete mil trescientos quince perros. Sí señor, die-ci-sie-te mil trescientos perros, cosa de no creer.”
La exageración es un género muy poblado de la literatura oral. En el cultivo de este género, se nos trasluce, creo, una herencia andaluza.
Hay frases que aparecen como signo de la exageración: “le aseguro que”; “fulano no me va a dejar mentir” (citando a un testigo generalmente ausente); “y usté no va’creer, pero”; “yo lo ví con estos ojos”; “estaba el finao Mengano, que todavía me decía”; “no le quiero decir”, “qué le digo que…”; "y si no, vaya y pregúntele a..."; "y sin exagerar le digo"... Cuando se combinan dos o más de estas frases, es porque el bolazo es muy grande.
Como suele suceder, cuando un personaje del pueblo cuenta algunas exageraciones, ya se le atribuyen otras más desmedidas. Y así el ingenio va haciendo crecer estas colecciones.
Hoy traemos una selección de las exageraciones de don Valdés, a quien hemos mencionado ya como pensador, en aquel relato de la “desgracia con suerte”. En los ratos libres, parece que cultivaba este género. Y lo que no dijo, se lo atribuyen.
La heladera usada, 1
“Compré una heladera usada, porque alguna comodidá en la casa tiene que tener la patrona, ¿no? Con toda una vida de trabajo... Así que la compré. Y uno pensaba bueno, usada, no ha de ser tan buena como si está nueva. Pero fíjese que esta heladera ha salido… de lo mejor! Con decirle que no tenía puerta, así que yo le puse una cortina de bolsa para que no esté abierta. Y sin embargo, de tanto frío que da, me reventó los sifones que le había puesto en el estante de abajo.”
La heladera usada, 2
“Y vio, la tengo afuera la heladera, porque no entraba en casa. Está a la salida, como quien va a la quinta. Pero si será buena esa heladera… imagínese los otros días, con el calor que hacía… Y no voy y me descuido, dejo la bolsa descorrida – la que hace de puerta. Para cuando me quise acordar, el aire frío me había helado toda una hilera de plantines de tomate.”
El chapeao famoso
“Y con los años, vio, y la gente que uno le da una mano, te traen un regalo de agradecidos que son. Y por eso tengo recados, y un montón de prendas, y mates de plata y facones, y lo que se le ocurra. Pero este recao, este… era especial… era el chapeao de Martín Fierro. Sí, como le digo, de Martín Fierro. Y me lo quiso cambiar Pilotti por el auto que él tenía, la cupé Fuego. Pero mire que yo voy a ser tan sonso, noooo…”
El censo de los perros
Don Valdés buscaba que lo contrataran para hacerse cargo del servicio de perrera municipal. Sus argumentos ante el funcionario comunal:
“Mire don, en Buena Parada, já, hay más perros que cristianos. Yo he contao, porque hice como un censo, vio… setecientos doce perros. Y no le quiero decir en Luis Beltrán, ahí sí que había perros. Cuando me contrataron, había dos mil perros sueltos en la calle…”
(Un rasgo de este género es que, cuando empieza uno a exagerar, cada episodio tiene que ser más grande que el anterior. Si no, es que se está achicando.)
“Y en Cipolletti, cuando fui a hacerles el trabajo el año pasado. A ver… diga un número… no, no, anímese, tire un número… Já! Diecisiete mil trescientos quince perros. Sí señor, die-ci-sie-te mil trescientos perros, cosa de no creer.”
Un aporte a la geografía bonaerense
"Ahi cerca de Pringles hay una sierrita con una cueva, vio. Y había un león, nadie se animaba a ir ahí. Hasta que un día, yo andaba de paseo visitando la parentela, escuché que contaban del león y dije: este es suyo, Valdés. Así que me fui, con el facón nomás, y se lo metí en la cruz mire. La cueva esa, antes se llamaba Cueva del León. Pero ahora, vaya a Pringles y pregunte, todos la llaman la Cueva de Valdés."
(Colaboraciones de Miguel Ángel “Piche” Martínez).
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