miércoles, 24 de diciembre de 2008

Romance de la escopeta sin gatillo

Calle hacia el río, La Adela. En trance de disparar,
bien puede uno caerse en la cuneta de Gancedo,
a la izquierda.

Romance de la escopeta sin gatillo

Se le escuchó alguna vez al Chulo Lastra este recitado de su autoría. Es una especie de romance histórico, en el que se narra lo sucedido en una fiesta de casamiento en La Adela, allá por los años ’50. No habrán sido bodas de sangre, pero sí bodas de entrevero.

En momentos en que todos estaban festejando el matrimonio de una hija de Roth, en el clima etílico y festivo de rigor, alguien generó un incidente que derivó en pelea. (Cuando aparece la palabra “respeto” en uno de estos simposios, la cosa se empieza a complicar.) La trifulca se estaba desmandando, manotazos por acá y allá, y el padre de la novia consideró prudente enfriar los ánimos haciendo un disparo al aire con su escopeta. Fue a buscarla, y apareció con ella en mano. Los amigos trataban de arrebatarle el arma, levantándosela. En el entrevero, nadie se percató de que la escopeta no tenía gatillo. No estaban para fijarse en esas menudeces, puesto que cada uno buscaba el modo más rápido de resguardar su humanidad. Por eso el final del recitado resulta un poco brusco: es que no quedó nadie.

Había estado presente todo el mundo social de la Villa en el accidentado ágape. Entre otros, el célebre Gancedo (Altamiranda), de quien ya hemos narrado aquel episodio providencial que le sucedió cuando andaba por ahí con la zorrita del ferrocarril y Dios le mandó granizo. En cuanto al “Pisán” del romance, era uno de los dos socios de una tienda, casa Pisán (por Pis Quintana y Sánchez), al que se le había transferido el nombre del negocio. Y posiblemente Gil, el de la camioneta salvadora, haya sido el Nene, Manuel González Gil. El Contín aquí aludido, ¿habrá sido algo del célebre indio Contín?

Así narraba Chulo Lastra, el aeda, esa gesta, en versos asonantes y disonantes, según nos lo transmite Dany Martínez:

Allá por Caleu Caleu
como es costumbre’e familia
celebrar los casamientos -
canto, acordeón y guitarra,
garganta empapada en vino.


Esto no puede seguir
- dijo uno de mal gesto -
y el que se quiera divertir
ha de guardar el respeto.


Y fue el morocho Rogelio
el que a esto le puso fin
y se topó con un negro
que se llamaba Contín.


El Negro esperaba piña,
Rogelio sacó un filoso
en señal de desafío
y al primer grito de raje
el negro fue a parar al río.

Arrancar de camionetas,
de autos y los de a pie
cuando vieron la escopeta,
mientras el pobre Gancedo
de panza en una cuneta.


El Pisán hecho un Tarzán
saltaba los alambrados
hasta que se pudo zambullir
en la camioneta de Gil.


(Relato de Dani Martínez).

1 comentario:

Anónimo dijo...

En esta estrofa:
Rogelio sacó un filoso
en señal de desafío
y al primer grito de raje
el negro fue a parar al río.

Sería:
El Negro esperaba piña,
Rogelio sacó un filoso
en señal de desafío
y al primer grito de raje
el negro fue a parar al río.

Y el tal Rogelio hera Rogelio Díaz (poblador de La Adela)

muy bueno Ramón.
Un Abrazo.