Esas tornadizas opiniones políticas
Sin presumir de politólogos ni citar afamadas consultorías, los vecinos de la Villa festejan una anécdota que ilustra acerca del modo en que se siembran y se modifican de modo inesperado simpatías y rencores entre los votantes.
El petiso Asencio no acostumbraba opinar de política. Por tal motivo, no se conocían sus preferencias partidarias. Claro que había motivos para pensar que por tener un apellido iniciado con la letra A, y por tradición familiar, sería radical.
Lo cierto es que en una oportunidad necesitó una ayuda del municipio para cierta refacción que estaba haciendo en su casa. Gobernaban los radicales. Puesto que había chapas para distribuir, le dieron tres o cuatro.
Al tiempo, trascendió que el petiso había vendido las chapas. Alguien del equipo gobernante lo llamó a la Municipalidad, y una vez allí le dieron un buen rapapolvo.
Salió con las orejas gachas y cara de pocos amigos. Y se lo escuchó decir:
- ¡Ra-di-cales de mier…!
Lo cierto es que en una oportunidad necesitó una ayuda del municipio para cierta refacción que estaba haciendo en su casa. Gobernaban los radicales. Puesto que había chapas para distribuir, le dieron tres o cuatro.
Al tiempo, trascendió que el petiso había vendido las chapas. Alguien del equipo gobernante lo llamó a la Municipalidad, y una vez allí le dieron un buen rapapolvo.
Salió con las orejas gachas y cara de pocos amigos. Y se lo escuchó decir:
- ¡Ra-di-cales de mier…!
Relato de Dani Martínez
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