Fundadores del Banco de Río Negro y Neuquén, entidad formada por pequeños y medianos empresarios, que apoyó el desarrollo de la región (1920 - 1978).
Orlando, qué sobrenombre...!
Nuestros esquemas mentales nos traicionan. Esta es una reiterada lección que imparten los relatos pueblerinos. Uno reacciona, partiendo de la base de que tal cosa es de tal manera… y como se ha basado en un supuesto inadecuado, uno cae en el ridículo. Según Bergson, este emerger de la realidad que hace tropezar al esquema mental, es la primera fuente de la risa.
Orlando, excelente compañero de trabajo nacido y criado en la Villa, me contó alguna vez los comienzos de su amistad (fuerte y duradera) con el foráneo Cacho Zanona. Orlando trabajaba en la Sucursal intranquilense del Banco de Río Negro y Neuquén, que hasta los años ’70 del siglo pasado mantuvo una señalada presencia en la vida económica de la región. Y un buen día llegó a ella Cacho Zanona, trasladado para ocupar la contaduría.
En su trabajo anterior como ferroviario, Orlando había vivido y sufrido esos momentos melancólicos del forastero en un pueblo donde todavía no ha hecho amigos. De modo que a poco de haber llegado Cacho, ya lo estaba invitando a cenar en su casa, un viernes a la noche – cosa de poder seguir charlando hasta cualquier hora, sin tener que pensar en levantarse temprano al otro día.
Orlando, qué sobrenombre...!
Nuestros esquemas mentales nos traicionan. Esta es una reiterada lección que imparten los relatos pueblerinos. Uno reacciona, partiendo de la base de que tal cosa es de tal manera… y como se ha basado en un supuesto inadecuado, uno cae en el ridículo. Según Bergson, este emerger de la realidad que hace tropezar al esquema mental, es la primera fuente de la risa.
Orlando, excelente compañero de trabajo nacido y criado en la Villa, me contó alguna vez los comienzos de su amistad (fuerte y duradera) con el foráneo Cacho Zanona. Orlando trabajaba en la Sucursal intranquilense del Banco de Río Negro y Neuquén, que hasta los años ’70 del siglo pasado mantuvo una señalada presencia en la vida económica de la región. Y un buen día llegó a ella Cacho Zanona, trasladado para ocupar la contaduría.
En su trabajo anterior como ferroviario, Orlando había vivido y sufrido esos momentos melancólicos del forastero en un pueblo donde todavía no ha hecho amigos. De modo que a poco de haber llegado Cacho, ya lo estaba invitando a cenar en su casa, un viernes a la noche – cosa de poder seguir charlando hasta cualquier hora, sin tener que pensar en levantarse temprano al otro día.
Orlando y Norma, su esposa, buenos cocineros ambos, sirvieron una cena deliciosa, acompañada por un buen vino. Y charlaron todos largamente.
Ya a los postres, en ambiente distendido, repantigado en un sillón del living, Cacho se sintió inclinado a elogiar al nuevo amigo:
- La verdad, Orlando, sos un gran tipo. Gaucho, buen compañero, trabajador… Lástima que te hayan puesto ese sobrenombre tan pelotudo. No sé cómo dejás que te digan así… Pichirilo…
- No es un sobrenombre… Es mi apellido. Piccirillo.
En memoria de Orlando Piccirillo.
1 comentario:
Gracias...que lindos recuerdos del querido Orlando con quien pase tan buenos momentos...
Cariños
Cacho Zanona
Publicar un comentario