sábado, 15 de noviembre de 2008

Una de Calviño. El Operativo vs. la sensatez.

Escenario del operativo. Estamos en la calle Belgrano. Allá al fondo, un grupo de personas charla en la esquina con República Española, donde sólo quedan las ruinas de la casa de Pis Quintana (en la que se había atrincherado el "subversivo"). El sargento Calviño se adelantó caminando por el medio de esta calle, mientras sus camaradas de armas estaban cuerpo a tierra contra el cordón.


Operativo vs. Sensatez: gesta de Calviño.



El Sargento Calviño, hoy jubilado, integró durante años las fuerzas de seguridad de Villa Intranquila.

Se caracterizó por su figura redondeada, su actitud calmosa, su voz atiplada y su bonhomía. Cuando en los años de plomo la policía local tenía que realizar un “operativo rastrillo”, y pasaba casa por casa para revisar todo – también los libros – era motivo de tranquilidad saber que Calviño venía al frente de los rastrilladores. En ese caso, la cosa se reducía a un trámite. Claro que para entonces, uno ya había hecho desaparecer buena parte de su biblioteca.

En algún momento de aquellos años, se produjo un episodio que merece figurar en los anales de la pequeña historia lugareña.

Había llegado a la Comisaría un oficialito nuevo, cascarudo él, imbuído de la doctrina de la seguridad nacional, provincial, local y vecinal. No sé si fue el mismo que metió preso al presidente de la Cooperativa Eléctrica, cuando hubo un corte de luz en momentos en que se jugaba el Mundial de 1978; pero bien pudo haber sido.

Sucedió que el compañero de una bella morocha intranquilense (y quizás intranquila), sospechó que ella lo engañaba. Este cronista confiesa que más de uno hubiera deseado ser el engañador. Ante las desdeñosas respuestas de la morocha, el deudo de su amor optó por una variante trágica. Manoteó un revólver que guardaba el padre de ella en la mesa de luz (una vieja máquina ineficaz –nos referimos al revólver) y se atrincheró en la casa de la chica y del suegro, dispuesto a provocar una tragedia memorable.

El oficialito de la Policía dispuso montar un operativo para reducir al apasionado. Llevó a sus hombres al teatro de los hechos en vehículos requisados al efecto, incluída la camioneta donde el Sr. Sampaolo, vecino de la Colonia, traía un chancho, el cual (el chancho) quedó demorado en el corralón policial. El teatro de los hechos se encontraba, y se encuentra, a tres cuadras de la comisaría, en la esquina de Avda. República Española y Juan B . Justo.

Llegados que fueron al lugar, el oficialito distribuyó a su tropa. Fulano atrás de aquel árbol, Mengano parapetado tras el altísimo cordón de la vereda (ver foto), etc. Munido de un altavoz portátil, prodigio de la última tecnología adquirido por la policía provincial, el oficial a cargo del operativo se dirigió al hombre atrincherado:

- Le informo que el área se encuentra bajo total control operativo de las fuerzas del orden. Por lo cual le intimo la rendición en forma inmediata e incondicional, con entrega del armamento en su poder. Reitero…

El subversivo gritó desde allá: - Ni cagando me sacan.

La tensión crecía por momentos. Téngase en cuenta que los policías no estaban al tanto de que el viejo revólver del Sr. P. Quintana estaba oxidado e inutilizable. El oficial iba ordenándoles a sus hombres que se fueran adelantando para ocupar posiciones. Con el hermoso altavoz, indicaba “efectivo número 3, desplazarse a posición A 9”. "Ahí no, para el otro lado." Los milicos, no muy acostumbrados al juego de la batalla naval ni a las gráficas cartesianas, más o menos iban rumbeando semiescondidos hacia la casa del masculino resistente.

Cuando ya era previsible que se desatara un tiroteo mortífero, el sargento Calviño se dirigió al oficial:

- Si me permite oficial… - Autorizado a hablar, prosiguió:


- Me deja probar… Yo lo conozco al muchacho, es un buen pibe. Pasa que...

El oficial aprobó la mediación de Calviño.

Entonces este, incómodo por tanto tiempo de estar acuclillado, se puso de pie, y balanceando su pancita fue caminando, al parecer muy tranquilo, por el medio de la calle hacia la casa del rebelde. Mientras lo hacía, iba diciendo con su voz finita:

-Che boludoooo, já jodeeer… Mirá si se te llega a escapar un tiro. Dale, terminalaaa…

Como es de prever, el manejo psicológico del mediador Calviño fue mucho más eficaz que el operativo montado por el oficial. El casi criminal pasional se entregó mansamente, y el incidente concluyó en paz.

Digo yo… para esos tiempos que vivíamos, ¿no fue este un pequeño triunfo de la sensatez? Y del Sargento Calviño, claro.



(Narrado por Gerardo García.)

2 comentarios:

Lonicera dijo...

Pero qué genial este relato, cómo me ha hecho reir... Sería un episodio perfecto el día que se haga una película del pueblo.

germán dijo...

Una vuelta en el año 1985 presenciamos con mis amigos un episodio policial. Por una de las esquinas de la plaza pasò un policia en bicicleta llamando por radio a la comisaria mientras decía:
¡Charly 1 llamando a Charly 2!¡Charly 1 llamando a Charly 2!...¡manden 4 bicicletas màs!...