(Otra casa de Ramos Generales, que ha seguido hasta hoy: Casa Aznarez)
Don Nicasio López era uno de los socios copropietarios de un importante negocio local de ramos generales (Alonso y López).
Era hombre muy cuidadoso del centavo. Por eso, pasó horas de angustia cuando cierto día, al cierre de la jornada, al realizar el recuento ocular de la mercadería, comprobó que faltaba una pechera. Él sabía que a alguien se la había vendido (en cuenta corriente, como se acostumbraba en aquellos tiempos en que los negocios de este tipo financiaban a largo plazo); pero no recordar con cuál de los clientes había hecho la venta.
Pasó buena parte de la noche desvelado, sin lograr recordar al deudor. Pero a la mañana tuvo una inspiración. Dispuso que a todos los clientes con cuenta corriente se les agregara en su resumen mensual “una pechera… pesos tantos”. Primo Severini, a la sazón empleado allí, fue quien hizo las facturas.
Cuando alguuno vino a objetar el resumen, don Nicasio se apresuró a pedirle disculpas “Hombre, perdona, se me ha escapao mira...”
Pero el empresario pudo evitar la pérdida que tanto temía. Dicen que con algo de picardía confesaba que salvo ese único cliente, todos los demás pagaron sus resúmenes de cuenta sin reclamar. Otros señalan que la pechera fue cobrada 17 veces; para otros informantes de confianza también, más de treinta. Pero quién sabe; a veces la gente exagera.
(Cuento de circulación general. Narración de Emilio Albizúa; agradecemos datos de Liliana y Eduardo López.)
Don Nicasio López era uno de los socios copropietarios de un importante negocio local de ramos generales (Alonso y López).
Era hombre muy cuidadoso del centavo. Por eso, pasó horas de angustia cuando cierto día, al cierre de la jornada, al realizar el recuento ocular de la mercadería, comprobó que faltaba una pechera. Él sabía que a alguien se la había vendido (en cuenta corriente, como se acostumbraba en aquellos tiempos en que los negocios de este tipo financiaban a largo plazo); pero no recordar con cuál de los clientes había hecho la venta.
Pasó buena parte de la noche desvelado, sin lograr recordar al deudor. Pero a la mañana tuvo una inspiración. Dispuso que a todos los clientes con cuenta corriente se les agregara en su resumen mensual “una pechera… pesos tantos”. Primo Severini, a la sazón empleado allí, fue quien hizo las facturas.
Cuando alguuno vino a objetar el resumen, don Nicasio se apresuró a pedirle disculpas “Hombre, perdona, se me ha escapao mira...”
Pero el empresario pudo evitar la pérdida que tanto temía. Dicen que con algo de picardía confesaba que salvo ese único cliente, todos los demás pagaron sus resúmenes de cuenta sin reclamar. Otros señalan que la pechera fue cobrada 17 veces; para otros informantes de confianza también, más de treinta. Pero quién sabe; a veces la gente exagera.
(Cuento de circulación general. Narración de Emilio Albizúa; agradecemos datos de Liliana y Eduardo López.)
...
1 comentario:
Este cuento de la pechera, con ligeras variantes en el número de clientes implicados en la avivada criolla, está muy extendido en toda la pampa bonaerense. En una de las versiones, el patrón da la orden a su empleado de cargar la venta a todos sus cuentacorrentistas, para luego, ante las eventuales quejas, poder excusarse en la escasa atención del susodicho a la hora de apuntar las ventas.
Publicar un comentario