jueves, 25 de septiembre de 2008

El Mulá y el bombero


No hay fórmulas para el saber. Nasreddin y el bombero.

Uno de los grandes temas de los chistes de Nasreddin es la insuficiencia del saber formulario. El que quiera reducir el Conocimiento a una receta, seguramente quedará en ridículo.

Un cuento del Mulá y otro de Villa Intranquila (es decir, Río Colorado) sirven para abonar el postulado.

En la aldea del Mulá esperaban la visita del poderoso Sultán. Como creían que Nasreddin era el más preparado, le encomendaron recibir al mandamás y dialogar con él. Lo instruyó uno de los servidores, que había venido antes para preparar la visita: “El Sultán siempre hace tres preguntas, en el mismo orden. Comenzará preguntándote tu edad. Luego querrá saber cuánto hace que vives en la aldea. Y finalmente, preguntará si prefieres su proceder en los asuntos temporales o en los espirituales.” El Mulá grabó en su mente las instrucciones, y se pasó un buen rato recitando las respuestas en el orden debido.

Cuando llegó el Sultán, vio que Nasreddin se inclinaba ante él. Puesto a charlar, se le ocurrió cambiar el orden de las preguntas:

- Cuánto hace que vives en esta aldea?
- Cincuenta años, Majestad.
- Y qué edad tienes?
- Diez años, mi señor.
- ¿Quién es el loco, yo que escucho esto, o tú?
- Ambos, mi señor.

En Villa Intranquila sucedió algo parecido. Y como el cuento tiene que ver con bomberos, dejamos constancia de que en nuestro pueblito hay un excelente cuerpo de voluntarios, desde los años 1930.

Sucede que un inspector provincial (cuyo apellido queda para el final, por motivos que ya se apreciarán) vino a conocer el cuerpo, evaluar su trabajo y demás. Como parte del ritual de la visita, el Jefe hizo formar al personal, para presentarle uno por uno a los integrantes del cuerpo.

En estas presentaciones se sigue un orden inalterable. El bombero local choca los talones, tiende su mano derecha hacia adelante y dice “Encantado, Fulano” (dando su apellido) y el visitante tiende su diestra y responde “Encantado, Mengano” mencionando el suyo propio.

No sé si alguien había previsto lo que sucedió esta vez, con motivo del apellido de uno de los bomberos del pueblo. Al llegar el inspector hasta este bombero, el diálogo fue como sigue:

- Encantado, Concha.
- Encantado, Lavezzo.

(Contado por Verónica M.)

No hay comentarios: