(En la imagen, una pintoresca callecita de La Adela, localidad ribereña pampeana frente a Río Colorado. Al fondo se ve la "barda" - es decir el borde de la terraza fluvial norte del río.)
Óscar Junca decide dónde comer
Si existiera un Nobel del humor repentino, Óscar Junca lo habría merecido. Digo y escribo así el nombre, como palabra grave, porque así lo llamaba la gente. Por otra parte veo que en otros países de América Latina, es corriente y bien vista la pronunciación “Óscar”.
El Óscar fue durante años Juez de Paz de La Adela – y de todo el extenso departamento Caleu Caleu, en la provincia de La Pampa, acá enfrente cruzando el río. Una vez los militares lo echaron, alegando que le habían encontrado desprolijidades tales como actas de matrimonio hecha a lápiz. El se defendía “Y… los casé en borrador, por si se arrepentían.” Vuelta la democracia, lo eligieron de nuevo Juez por gran mayoría.
Cuando se hacía el Censo Nacional, seguro que al Óscar le tocaba ser censista en la zona rural. En su auto recorría los campos y cumplía con la tarea.
Todo censista precavido calculaba en qué campo le convenía estar cerca de mediodía. Por ejemplo, de este lado, en Río Negro, buscaría hallarse en lo de Irazábal, o lo de Albizúa, o lo de Soulé, porque seguramente habría unos pavos o un buen asado a las brasas.
Claro que no siempre los cálculos previos resultaban. En esta oportunidad, narraba el Óscar, había ido a dar, cerca de las 11, a un campo donde la señora mayor de la casa estaba amasando tallarines. Posiblemente aquejada por un resfrío, dos por tres se le deslizaba un hilo de moco (perdón) cuesta abajo, con peligro de precipitarse en la masa. Ella respiraba hondamente y absorbía de nuevo al fugitivo en su nariz. Con este ritmo y sonido, se desarrollaba la tarea culinaria.
Hospitalaria, la señora le preguntó al censista y juez:
- Y don Óscar, espero que se quede a comer acá, no? Lo invitamos… ¿O tiene pensado seguir para lo de N (los del campo vecino)?
La respuesta fue cauta:
- Y doña, según dónde caiga…
Si existiera un Nobel del humor repentino, Óscar Junca lo habría merecido. Digo y escribo así el nombre, como palabra grave, porque así lo llamaba la gente. Por otra parte veo que en otros países de América Latina, es corriente y bien vista la pronunciación “Óscar”.
El Óscar fue durante años Juez de Paz de La Adela – y de todo el extenso departamento Caleu Caleu, en la provincia de La Pampa, acá enfrente cruzando el río. Una vez los militares lo echaron, alegando que le habían encontrado desprolijidades tales como actas de matrimonio hecha a lápiz. El se defendía “Y… los casé en borrador, por si se arrepentían.” Vuelta la democracia, lo eligieron de nuevo Juez por gran mayoría.
Cuando se hacía el Censo Nacional, seguro que al Óscar le tocaba ser censista en la zona rural. En su auto recorría los campos y cumplía con la tarea.
Todo censista precavido calculaba en qué campo le convenía estar cerca de mediodía. Por ejemplo, de este lado, en Río Negro, buscaría hallarse en lo de Irazábal, o lo de Albizúa, o lo de Soulé, porque seguramente habría unos pavos o un buen asado a las brasas.
Claro que no siempre los cálculos previos resultaban. En esta oportunidad, narraba el Óscar, había ido a dar, cerca de las 11, a un campo donde la señora mayor de la casa estaba amasando tallarines. Posiblemente aquejada por un resfrío, dos por tres se le deslizaba un hilo de moco (perdón) cuesta abajo, con peligro de precipitarse en la masa. Ella respiraba hondamente y absorbía de nuevo al fugitivo en su nariz. Con este ritmo y sonido, se desarrollaba la tarea culinaria.
Hospitalaria, la señora le preguntó al censista y juez:
- Y don Óscar, espero que se quede a comer acá, no? Lo invitamos… ¿O tiene pensado seguir para lo de N (los del campo vecino)?
La respuesta fue cauta:
- Y doña, según dónde caiga…
(Narrado por Óscar Junca, 1981).
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